Primeros recuerdos

«Mi padre tenía unos laboratorios farmacéuticos en la calle Balmes»

«Según me han dicho siempre, nací en Barcelona, en el barrio del Eixample, en la calle Diputación, el día 30 de marzo de 1930. Fui el primero de siete hermanos, l´hereu de can Subirà, por lo que imagino que tuve muchas visitas familiares por aquellos días... Mi padre tenía unos laboratorios farmacéuticos en la calle Balmes, pero su padre, así como el padre de mi madre, es decir, mis dos abuelos, eran propietarios rurales que habían abandonado el campo hacía mucho tiempo.

Empecé a ir a un parvulario mixto y religioso, y cuando tenía 6 años empezó la guerra. Y aquí empiezan mis primeros recuerdos. Para nosotros, los primeros meses de la contienda fueron desastrosos. Tuvimos que soportar a toda una horda de individuos, muchos de ellos delincuentes comunes recién salidos de la cárcel, que le hicieron la vida imposible a mi padre, simplemente porque era un hombre muy religioso, de misa diaria, conocido en el barrio. Vinieron en varias ocasiones a buscarlo a casa y tuvo que esconderse. Sufrimos unos registros extraordinarios, con pistolas, robándonos todo lo que pudieron. Recuerdo que en una de aquellas horribles visitas llegaron a destrozar hasta la cama de matrimonio de mis padres... En fin, diciendo defender a la República me parece ahora que no hacían más que desacreditarla. Tuvimos que cambiarnos de piso y nos fuimos a vivir a la Puerta del Ángel, donde allí nadie sabía si mi padre iba a misa o no.

Pero esto no quiere decir que la guerra no siguiera en este nuevo barrio: aquí tuvimos que soportar las bombas de la aviación italiana, una de las cuales cayó en casa, aunque no estábamos allí afortunadamente en aquel momento. Después de esta experiencia, nos fuimos por fin de Barcelona y nos instalamos en un pueblo llamado Sant Celoni, en una casa que nos cedieron unos amigos de mis tíos, y allí estuvimos hasta que acabó la guerra, haciendo vida campestre y pasando un poco de hambre, porque la comida no era abundante.

Cuando estaba acabando la guerra vi con mis propios ojos también la enorme caravana de hombres y mujeres que caminaban hacia el exilio, rumbo a Francia, completamente despavoridos.»

Estudiar y trabajar

«Vivíamos en una sociedad muy convencional, burguesa y tradicional»

«La industria de mi padre quedó malparada con la guerra. La posguerra fue también dura para nosotros. Estudié el bachillerato en los Escolapios. Me gustaba mucho la montaña y solía hacer excursiones con los amigos. Y en estas excursiones nació mi interés por la fotografía.

Fue un tío mío, un hermano de mi madre, Josep Blasi, el que me inició en el mundo de la fotografía, ya que era muy aficionado. Con una cámara que me prestó hice mis primeras fotos durante mis excursiones.

Mi vida en la Barcelona de posguerra estuvo determinada por la religiosidad de mi padre, demasiado rígido y radical en este aspecto, hasta el punto de que no le gustaba que fuéramos a espectáculos públicos, por ejemplo, o que leyéramos novelas... Vivíamos en una sociedad muy convencional, burguesa y tradicional, sin sobresaltos sociales, en la que la gente iba progresando como podía. Al acabar el bachillerato empecé mis estudios de perito industrial. Me matriculé por libre en la Escuela Industrial de Terrasa, mientras seguía viviendo en Barcelona, en casa de mis padres.

Empecé también, a los 18 años, a trabajar. Primero con un agente de aduanas, después en un laboratorio de productos químicos que tenía un amigo de mi padre. Poco después entré a trabajar en la Unión de Ingenieros Industriales, en su oficina técnica, siendo todavía estudiante. Allí hacía ya prácticamente de técnico, haciéndole casi todo el trabajo al ingeniero...

Con la experiencia acumulada en este trabajo, entré en un empresa llamada Cubiertas y Tejados, también en su oficina técnica, después de hacer un examen. Pasé al departamento de obras casi enseguida y me gustó, por lo menos no estaba encerrado en una oficina. Eran obras civiles, de las que yo hacía siempre fotografías. Esto me dio una idea sobre la posibilidad de dedicarme algún día a la fotografía industrial. Por entonces, yo seguía haciendo fotos por mi cuenta e incluso había editado algunas postales.

Durante todo este tiempo hice también milicias universitarias. Seis meses en Castillejos (Reus) y seis en Girona. Terminé mis estudios en 1956, el último curso lo hice en Barcelona».

Fotógrafo profesional

«La primera postal en color la hice en el estanque de Banyoles en 1956»

«Abandoné la empresa en la que trabajaba y tampoco mis estudios me sirvieron de mucho ya que decidí dedicarme a la fotografía de manera profesional. Empecé sobre todo con las postales. Visitaba pueblos de Cataluña y tomaba fotos de sus lugares emblemáticos. Después las distribuía por librerías, estancos... Eran, claro, postales en blanco y negro. Así empecé también a recibir muchos encargos de diferentes pueblos: Arenys de Munt, Girona, Sant Carles de la Ràpita, Malgrat, Salou, Solsona, Calella, Blanes, Berga... También estuve en Menorca.

Las tiradas eran reducidas, normalmente de doscientos ejemplares por postal. Las que tenían más éxito se reeditaban. La primera postal en color la hice en el estanque de Banyoles, en 1956. Mi primera cámara fue una Kodak de cajón. Luego, para hacer postales tuve que comprarme otras cámaras, una de madera que todavía conservo, con placas de vidrio.

Desde 1947 pertenecía a la Agrupació Fotogràfica de Catalunya. Allí hice buena amistad con toda una generación de buenos fotógrafos: Francesc Català-Roca, Miserachs, Colom, Massats... De aquel grupo, el más innovador fue, en mi opinión, Català-Roca. Conseguía como nadie captar momentos de la vida cotidiana en grupos de personas.

Los problemas que teníamos en España en aquel tiempo los fotógrafos tenían que ver sobre todo con la falta de material. El que se fabricaba aquí era de poca calidad. Había poco y era malo. Kodak no tenía papel. Tenías que intentar que alguien te trajera material de fuera de España y esto salía caro. En fin, en estas condiciones, tenías siempre que pensarte muy bien la foto que ibas a hacer, pues no podías desaprovechar lo poco que tenías. Recuerdo que en una ocasión me apunté incluso a una excursión de peregrinos a Lourdes solamente para poder comprar material fotográfico en Francia...

Entre mis referencias más importantes se encuentran Francesc Català-Roca, Miserachs y Cartier-Bresson. A los tres los conocí. El primero me animó a venir a Ibiza por primera vez. Pienso, como seguramente pensaban ellos también, que si un fotógrafo no tiene una importante base cultural es difícil que pueda hacer una buena fotografía. La cultura es indispensable para que las fotografías tengan un sentido. No se puede ser un cateto y pretender hacer buenas fotos. Es imprescindible tener una cultura humanística.

En aquellos años, por tanto, entre 1950 y 1957, antes de instalarme definitivamente en Ibiza, me dedicaba exclusivamente a hacer postales, fotografías de creación, más o menos artísticas, y reportajes para revistas como Destino».

Primeros contactos con Ibiza

«Català-Roca me abrió los ojos sobre una posible Ibiza para fotografiar»

«La razón por la que vine a Ibiza por primera vez fue por el amigo Català-Roca. Él había venido a hacer unas fotos para el libro de Josep Pla sobre las Balears y le había entusiasmado la isla. Fue quien me abrió los ojos sobre una posible Ibiza para fotografiar. Le hice caso. Ciertamente, en los años 50, Ibiza era muy estimulante para un fotógrafo. Por su arquitectura sobre todo, tan singular.

Al mismo tiempo conocí a un hombre, Sigfrido Blume, hijo de alemanes, que tenía en Barcelona una librería que importaba libros extranjeros, yo mismo le había comprado algunos sobre ingeniería.También importaba material fotográfico. Él conocía a algunos extranjeros que vivían en la isla.

Vine a Ibiza en 1956 para pasar unos días y hacer unas fotos. Conocí a un alemán, Klaus Krieger, que por lo visto ya estaba un poco mareado de Ibiza y quería marcharse. Había puesto en venta una tienda de fotografía, Foto Ibiza, en Vara de Rey. Lo hablé entonces a mi vuelta con Blume y decidimos comprar el negocio.

Yo estaba entonces muy dispuesto a marcharme de Barcelona, sobre todo para poder alejarme un poco del radicalismo religioso de mi padre, pues todavía vivía en casa de mis padres.

Así fue cómo me instalé en la isla. Primero con mi hermano, solamente los dos primeros veranos. La cosa fue bien. Poco después, a partir de 1958, ya vine solo y me quedé todo el año.

Vivía en la Penya, en la misma casa que Klaus Krieger había dejado también. Y he de decir que todo me gustaba de Ibiza, su gente, los paisajes, el mundo rural, la colonia de artistas extranjeros, los ibicencos de la ciudad, con quienes enseguida hice amistad, porque eran muy afables.

Al principio fotografiaba sobre todo la arquitectura, que era lo que más me atraía. Después ya me ocupé de todo lo demás. Ibiza me sorprendió porque no era ni corte ni cortijo, era un pueblo pero con elementos urbanos, una ciudad pequeña con una gran extensión de campo y vida campesina»