La decisión del Govern de acabar al fin con las cabras de es Vedrà para proteger la flora única del islote ha levantado una de esas olas de indignación-suflé que tanto entretienen a los asiduos de las redes sociales: igual que suben, bajan. La polémica se olvida en unas horas y los internautas dirigen su cabreo hacia otra diana. Como es habitual, algunos incontinentes se han dejado llevar por la verborrea y el histrionismo gregario y han proferido gravísimos insultos y amenazas de muerte contra el conseller de Ibiza Miguel Vericad (que encima no tiene ninguna responsabilidad en la decisión del Govern) y la directora general de Espacios Naturales y Biodiversidad, Caterina Amengual, algo intolerable y que no debería salir gratis. Muchos se escandalizan por el sistema elegido para acabar con las cabras: abatirlas con escopeta y dejar allí los cadáveres. De hecho, hasta el gato tiene su propia teoría sobre cómo debería haber actuado la conselleria para evitar la matanza o para llevarse las cabras con vida o para recoger los cadáveres. La mayoría solo han visto es Vedrà en fotos de puestas de sol. Las redes convierten en catedrático a quien no ha leído completo ni siquiera el titular de una noticia y en experto en biodiversidad a quien acaba de enterarse de que había cabras en es Vedrà; hasta el PP vocifera, pese a que su gestión medioambiental en las Pitiusas se ha basado en el pasotismo y en dejar a las reservas naturales sin recursos. Los técnicos, que saben muy bien lo que hacen y llevan años trabajando para proteger el medio ambiente de las islas, decidieron actuar así tras analizar en profundidad todas las opciones posibles, no porque les divierta el tiro al plato. Las pendientes agrestes de es Vedrà hacían muy peligroso recuperar a los animales con vida y mucho más peligroso era recoger los cadáveres. Así que enhorabuena a todos los que han contribuido a solucionar este grave problema. Han sido valientes.