Ibiza tiene el restaurante más caro del mundo y Formentera el primero de las Pitiusas con una estrella Michelin. Si hablamos de una promoción más inteligente que hortera, vuelve a ganar la mano, pese a las dudas de algunos entendidos sobre el paladar y los criterios de los gastrónomos de la famosa guía. En cualquier caso, los recelos que ha avivado tanto gurú de la alta cocina con sus aromas a los que no se puede hincar el diente y tortillas chips no deben empañar el éxito de Can Dani: mi más sincera enhorabuena. Es una gran noticia para ellos y también para la isla, que ofrece otro aliciente añadido a los turistas del buen comer. Queda pendiente por si «un día fuera un día». De momento, el lujo en mi casa seguirán siendo unos huevos payeses fritos, tomates madurados en rama y pan amasado la noche antes para mojar sin aditivos. Productos que cada día resultan más difíciles de encontrar, ahora que buena parte de los pequeños negocios han sido sojuzgados por las mismas distribuidoras que sirven a las grandes superficies que les roban clientes con su mayor capacidad para bajar precios. Pero mientras pateo buscándolos al menos hago ciudad y lo mejor y más fresco suele estar en la tienda de la esquina, como acertadamente recuerda el Consell de Ibiza en su campaña de apoyo al comercio local. Aunque, tal vez, 85.000 euros sean demasiados para decir lo que en el fondo ya todos sabemos.