Otra vez. En su día los franquistas gritaban «¡Rusia es culpable!», y ahora los socialistas braman «¡los mercados son culpables!» Todo arrancó un 24 de junio de 1941 –a los dos días de que Hitler lanzase a la Wehrmacht sobre la URSS–, cuando Serrano Suñer, a la sazón mi-nistro de Exteriores de una España de Carpantas –el hambre era horrorosa–, arengó a sus famélicos compatriotas con palabras que hicieron historia: «El exterminio de Rusia es una exigencia de la Historia y del porvenir de Europa», anunció, para concluir que «la victoria está próxima y es ya inminen- te. La justicia divina amenaza implacable a la horda que desterrara al Cristo de los corazones humanos. Y está próximo el día en que, aplastado para siempre el horror bolchevique, la Historia recobre su cauce de trabajo y cultura, despertando de la trágica pesadilla de la que Rusia es culpable». Serrano no era lelo, buscaba a quién echarle el muerto de los males de España y escurrir el bulto del Gobierno que hasta finales de los cincuenta, y sólo gracias a la benéfica intervención de Ullastres no cayó de la burra autárquica. Ahora es Blanco, ministro de Fomento, el encargado de buscar chivos expiatorios ante la impotencia gubernamental –no estamos aún para bonia- tos, pero ya me dirán qué come ese millón de conciudadanos que no tiene ni trabajo ni paro ni nadie de su familia cuenta con ocupación–, y, claro, los ha encontrado, a manadas, en los malvados mercados. Una comedia idéntica, un montón de años después. Pero ni los sóviets tenían la culpa de aquella dieta hipocalórica ni los inversores internacionales tienen en su debe los cinco millones de parados actuales, el déficit brutal, la atonía general y la desconfianza planetaria que suscita España. Mal sobre mal, porque ZP pasa de Campa, el nuevo salvador en potencia, y no como aquel caudillo que sí hizo caso a Ullastres. Ni, claro, cabe esperar dos décadas para un milagro. Por cierto, muy acertada la petición de debate urgente realizada por Rajoy.