Esta semana surgió, desde un grupo de docentes y artistas de la isla, la idea de celebrar una jornada solidaria en favor de la comunidad educativa (o una parte minoritaria, como dice Wert), con talleres y actividades para los niños, charlas informativas para padres sobre la actual situación y actuaciones musicales a pie de calle, en la plaza de un pueblo de la isla, acostumbrado a cantidad de eventos similares o de carácter festivo.

El caso es que la actitud colaboradora inicial, se truncó, dos días antes, por la aparición de un terrible y pesado entramado burocrático que impedía la realización del evento sin previo paso por el Consell, muy preocupado por la seguridad de sus participantes o por sus necesidades fisiológicas: que no haya peligro alguno y que haya baños. Lo cierto es que es real: son trámites legales necesarios e imprescindibles, que por encima de todo deben tenerse en cuenta. Pero... ¿por qué en todos los eventos que se realizan con estas características no se exige lo mismo?, ¿por qué a veces se hace la vista gorda? Mientras unos docentes con ganas de informar y con ganas de animar a toda la comunidad (sí, señor Wert,€ a toda) son enviados al oscuro y profundo mundo de la burocracia, otros eventos como jornadas solidarias, con o sin música, o conciertos a pequeña escala (como se han ofrecido, por ejemplo, en esa misma plaza), o incluso más grandes en otras plazas, se ven libres de pasar por ciertos trámites.

Al mismo tiempo que se desarrolló la idea en Ibiza, en Mallorca, el pasado viernes, la plataforma Crida realiza un concierto pro-educación. Pues nada, qué se le va a hacer. Quien quiera ir de concierto que vaya de sa Roqueta, o a algún otro evento que no haya tenido que pasar por el Consell, que alguno hay este mismo fin de semana, aunque seguro que estará más madurado, y no será tan verde.

Es difícil entender que sea tan fácil para unos y tan complicado para otros. Es difícil entender que las personas que se aferran al poder (algo bueno tendrá) lo hagan sin ningún temor a pasar por encima del resto de las personas.

Es difícil casar voz con altavoz. Debe ser por miedo, o quizás por ese cómodo ejercicio de la ignorancia y la prepotencia. El caso es que una plataforma que reclama un espacio en el espíritu crítico de la sociedad, que pretende informar y generar opinión en relación a un eje de nuestra comunidad, la educación, se encuentra, una vez más -como numerosas causas que tienden a implantar justicia entre los seres humanos- maniatada y sobre todo ninguneada. ¿Por qué tienen miedo a escuchar?, ¿por qué tienen miedo a que podamos elevar la voz? La respuesta es muy simple: una gran mayoría de la sociedad, no importamos. Lo vemos cada día, y lo vivimos cada día. Ante eso, la protesta es lo único que nos permite pensar que esa especie superior llamada hombre, todavía no se ha extinguido cual dinosaurio.