Reyes Magos: Santa Eulària

Coraje bajo la ventisca y el diluvio

La lluvia, el frío y el viento arrecian al paso de la cabalgata, que no fue suspendida pese a las inclemencias meteorológicas

No hay tempestad que detenga a los Reyes Magos, que ayer, bajo un chaparrón y un viento gélido, demostraron que nada les arredra. Ni a ellos ni a los 150 figurantes, 20 miembros del bloco de batucada, bailarines, acróbatas, equipo de seguridad y a los dos cantantes (David Pomar y Eva Gómez). Todos mantuvieron el tipo y acabaron la cabalgata pese a que empezaron a caer chuzos de punta, la temperatura se desplomó de repente y un viento tempestuoso incluso obligó a los zancudos a asirse a las barras de una de las seis carrozas para no ser abatidos. Fue, posiblemente, la cabalgata más mojada (y épica) en la reciente historia del pueblo.

Nada los detuvo cuando a las 19 horas, justo cuando sus majestades acababan de llegar a la capilla de la Virgen de Lourdes (y dos horas antes de la alerta amarilla anunciada por la Aemet), en plena avenida principal de Santa Eulària, lo que hasta entonces era un simple chispear se convirtió repentinamente en una tormenta en la que no faltaron ninguno de sus elementos: agua, ventisca y frío (de los 14 grados bajó, en apenas unos minutos, a 8 grados).

Las familias, que hasta entonces aguardaban a pie de acera el paso de la comitiva para aclamar a sus reyes favoritos y recoger los caramelos que tiraban, o bien huyeron o bien se refugiaron bajo los toldos de los comercios o de las terrazas, espalda contra la pared para intentar no empaparse más de lo que ya estaban.

Había calma chicha en el mar. En ese momento los organizadores no entendían por qué la Comandancia de Marina les había prohibido salir al mar con el ferri. Lo comprendieron media hora más tarde

Al frente de la cabalgata, el bloco de Atutiplén, liderado por David Romano, siguió impertérrito, aunque estaban visiblemente calados. A su paso se escuchaban los aplausos de los espectadores que valoraban tanto el coraje de los 20 percusionistas como que no salieran espantados en cuanto empezaron a caer rayos y truenos. En pleno chaparrón, continuaron atizando los tambores, quizás si cabe con más ímpetu que cuando a las 18.30, tras desembarcar los reyes de la golondrina ‘Safari V’ en el puerto de la Villa del Río (con la banda sonora de fondo del tema de Joan Barber estrenado la noche de Reyes de 2023), nada hacía presagiar que todos acabarían chorreando. De hecho, había calma chicha en el mar. En ese momento los organizadores no entendían por qué la Comandancia de Marina les había prohibido salir al mar con el ferri. Lo comprendieron media hora más tarde.

Refugiados en la capilla

Cuando el cielo se desplomó sobre Santa Eulària, Melchor, Gaspar y Baltasar (a este le costó llegar) ya estaban refugiados en la capilla de la Virgen de Lourdes, donde les aguardaba el obispo de Ibiza, Vicent Ribas. Otros años, hacían allí la ofrenda de oro, incienso y mirra ante el Belén instalado junto al altar, pero ayer decidieron cortar por lo sano y salir de inmediato, más que nada para que quienes les esperaban fuera no acabaran con una pulmonía.

Por un momento pareció que se procedería a la suspensión. Todos (pajes, bailarines, acróbatas y cantantes) habían bajado, como buenamente pudieron, de las carrozas, pero en un arranque de coraje, quizás imbuidos por los ritmos brasileiros y el comportamiento del bloco Atutiplén, que no paró ni un segundo de tocar y animar, regresaron a sus puestos para acabar, a una velocidad inusitada, la procesión real.

Oficialmente tenían que llegar a las 20 horas a su meta, la plaza del Consistorio, donde aguardaba a los Magos de Oriente un escenario enorme (tanto que tapaba totalmente la fachada del Ayuntamiento) para hacer entrega de los regalos y para proceder a un sorteo. Pero subieron a él 45 minutos antes, a las 19.15 horas, deprisa y corriendo. Había prisa. En otras circunstancias (en cualquier día de alguno de esos tres meses en los que, justo hasta ayer, apenas cayó una gota en la isla) cientos de niños, padres y abuelos habrían llenado esa plaza; ayer, poquitos.

Vídeos: Los Reyes recorren Santa Eulària contra viento y lluvia

JM L. Romero

Luz, color, sonido... y agua

Fue, pese a todo, una cabalgata de luz y de color, como dice el tópico, aunque en el caso de Santa Eulària hay que añadir otro cliché: musical. Porque si por algo se distinguió, por segundo año consecutivo, de las del resto de la isla es por su apuesta por el sonido, tanto durante su procesión por las calles de la localidad como en su inicio y en su final (cuando se escuchó el tema instrumental de tintes épicos de Joan Barber).

Seis carrozas (diseñadas por ArtNatur) y unos 150 figurantes y bailarines integraron la extensa comitiva real, cuyo lema fue ‘La luz de la Navidad’. Mucho led para «estimular la imaginación de los pequeños», según un organizador. «Queremos que sea muy lumínica. Hemos visto que es lo que más llama la atención de la gente. Funciona muy bien», según el edil de Fiestas, Toni Ramón, que siguió de cerca la marcha pese al diluvio. Hubo leds en todas partes, incluso en el ropaje del bloco (multicolor) y en las alas de los bailarines (azul, blanco).

La única con música en directo

Tras la primera carroza, la del paje real, animaron la cabalgata dos escuelas, una de performances, Acrobatik, de Carol Brest, y otra de baile, Blanco Producciones. Sobre la segunda carroza cantaban David Pomar (que ya intervino en 2023) y Eva Gómez (que sustituyó a otra intérprete de baja por enfermedad), que actuaron en directo sobre bases grabadas de temas clásicos, incluso algunos gotxos de Nadal. Se trata de la única cabalgata pitiusa que apuesta por la música con voces en directo. Miguel Ángel Serra, coordinador de todo el espectáculo y responsable de la empresa Eventos Musicales Ibiza, señaló que apostaron de nuevo por este modelo tras su éxito en 2023 y explicó a este diario que se trataba de un montaje de enorme complejidad en el aspecto técnico del sonido: «Al haber voces en directo, para que todas las carrozas lleven el mismo sonido tenemos que enlazarlas mediante radiofrecuencia, desde la segunda, de donde parte la música, hasta la sexta. Es complejo. Si no hubiera ese directo, si cada carroza llevara una música distinta, bastaría con apretar un botón y que sonara un CD. Pero aquí la gracia es que es la misma música para toda la comitiva». Lo complejo es que «hay muchos metros lineales que separan cada vehículo, hay mucho público y se gira en muchas calles a izquierda y derecha y con edificios altos». Hacer ese ‘más difícil todavía’ les ha dado «mucha guerra», pero el resultado merece la pena. Pese al diluvio.

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