Agricultura

El almendro de Ibiza aún no «canvia flor per fulla»

El frío intenso del mes de febrero y la presencia de variedades tardías que requieren de muchas horas de bajas temperaturas para salir del letargo, causas de que aún haya tantos almendros en flor

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

«Pel febrer,/quan canvia flor per fulla/ l’ametller,/i el Pla Roig, amb nova brulla,/de roig torna verd, se’n va/ a ballar/ el jovent». En el poema ‘Ball pagès’ (‘La miranda’), escrito a mediados de los años 50 del pasado siglo, Marià Villangómez fija en el calendario el momento en el que el almendro «cambia flor por hoja»: febrero. Estamos a punto de comenzar la tercera semana de marzo y esos frutales no solo tiñen aún de blanco el campo, sino que además es posible que su espectacular floración se mantenga un par de semanas más, casi hasta abril.

¿Es normal? En parte, sí. Josep Lluís Joan, técnico de Promoción de la Calidad Agroalimentaria del Consell y doctor en ingeniería agrónoma, explica que el retraso de este año se debe, en primer lugar, al frío bastante intenso (y del que nos habíamos olvidado en los últimos tiempos) registrado en febrero. Porque los almendros, apunta, se protegen de dos maneras para asegurar sus floraciones: «Primero necesitan acumular horas de frío (vernalización), pasar el invierno, como todos los frutales». Lo hacen para evitar florecer continuamente y que las heladas los pillen desprevenidos y «los machaquen». «Es la manera en la que se protegen los árboles de los climas templados mediterráneos», afirma.

«Eso no quita —añade— que haya variedades que necesiten pocas horas de frío o ninguna». Ocurre, por ejemplo, con la vid, que no tiene esa necesidad «en Brasil, donde produce dos cosechas. Las especies tropicales no requieren frío porque viven en climas donde nunca lo hay».

Están «programados para evitar heladas», pues la floración «es su momento más delicado. La flor es su órgano más sensible»

La segunda protección de los almendros es aguardar a que, tras el frío, haga calor durante un periodo prudencial: «Necesitan saber que ha pasado el invierno y que no va a haber otra helada, que tras una semana de calor, este va a continuar y que no van a bajar abruptamente las temperaturas. Podrían lanzarse a florecer en cuanto aumentan los grados en el termómetro, pero necesitan acumular horas de calor antes de empezar a sacar la flor. Requieren esa seguridad». Vamos, que no se fían. Están «programados para evitar heladas», pues la floración «es su momento más delicado. La flor es su órgano más sensible. Si de repente las temperaturas caen a un grado bajo cero, se fastidia».

Y eso es lo que ha pasado estas últimas semanas. Tras un febrero gélido, «ahora han empezado a florecer con fuerza porque han acumulado más de una semana de calor». Ha sido «lo normal, un efecto natural de protección», señala Juan. Han esperado a que llegara el buen tiempo y que este tuviera continuidad. Lo raro, subraya, eran aquellos inviernos tan suaves que se sucedían de unos años a esta parte.

El factor de la variedad

¿Y por qué algunos almendros empezaron a florecer a finales de enero, y en febrero, como en el poema de Villangómez, ya cambiaron «flor per fulla»? El poema de Villangómez ya no sirve de baremo para establecer una comparación porque muchos de los almendros que hay actualmente difieren de los de aquella época: «La floración también depende de las variedades. Las tempranas que lo hicieron a finales de enero son las que necesitan pocas horas de frío y de calor, mientras que otras variedades tardías han necesitado más horas de frío y de calor», detalla el agrónomo. Aun así, algunas tempranas tardaron en florecer, precisamente por las bajas temperaturas: «En la Finca Agraria de Can Marines tenemos una plantación experimental con una variedad reciente, de las que florecen tarde, además de una colección de almendros de Ibiza. Muchos de floración temprana casi han empezado este año al mismo tiempo que los de floración tardía».

Esta temporada ya hay árboles en los que se solapa la flor fecundada en otoño con el fruto que ahora, al florecer de nuevo, ha empezado a cuajar. Dos tandas de almendras

La meteorología ha sido muy determinante en los últimos meses incluso para esas variedades tempranas: «En otoño, tanto en octubre como en noviembre y diciembre, empezaron a florecer algunas variedades (las que apenas necesitan acumular horas de frío) después de que, estresadas tras un calor muy elevado en verano y sequía, empezara a llover y, luego, hiciera de nuevo mucho calor», que se prolongó hasta diciembre.

Lo curioso, comenta, es que en algunos de aquellos almendros «el fruto prosperó», de manera que esta temporada ya hay árboles en los que se solapa la flor fecundada en otoño con el fruto que ahora, al florecer de nuevo, ha empezado a cuajar. Dos tandas de almendras: «Pensaba que las del otoño no tirarían adelante, pero lo han hecho. Hay fruto cuajado de entonces al que se suma el que brota ahora. Doble cosecha. Nunca lo había visto».

Variedades foráneas sin éxito en Eivissa

También como consecuencia del frío, el resto de frutales de la isla han estado «parados hasta ahora», comenta Pep Mayans, gerente de Agroeivissa: «El cerezo, del que quedan pocos ejemplares en la isla, ya empieza a brotar, como el albaricoque». Mayans cree que el frío no ha supuesto un problema, por ser «lo natural», sino «el calor que hacía antes de febrero. Si no hubiera bajado la temperatura a finales de enero, sí que los árboles habrían brotado mucho antes. Y eso sí hubiera sido muy malo para ellos porque no habrían descansado. Necesitan reposar para que luego su desarrollo sea normal».

 Según el gerente de Agroeivissa, «hoy en día se buscan variedades que requieran pocas horas de frío, de 200 a 300. Lo malo es que esas variedades son resultado de mucha hibridación». Y, a su juicio, eso supone «una merma de calidad; se hacen muchas virguerías y mutaciones, pero lo auténtico es un árbol que necesite 700 u 800 horas de frío, sobre todo los frutales de hueso y de pepita». 

El cerezo, como los manzanos, son frutales que «necesitan mucho más frío» que otros, avisa Mayans: «De hecho, aquí no hay suficiente para ellos. Por eso, los cerezos traídos de fuera de la isla no funcionan bien, pues necesitan acumular muchas horas a bajas temperaturas, algo que aquí no sucede». Existe, no obstante, una variedad «tradicional» de Eivissa que requiere pocas horas de frío pero que empieza a escasear: «Cada vez hay menos porque, como cada vez hace más calor, les cuesta más brotar. No descansa lo suficiente. Necesita, además, bastantes horas frías y cierta pluviometría». No obstante, la variedad «autóctona, que es autopolinizante», funciona mejor que la foránea. «Hay gente —afirma— que siembra cerezos de fuera y luego se queja de que no cuaja la fruta». 

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