La nieve, en peligro de extinción

‘El llibre de la neu’, de Bartomeu Bonet, Miquel Salamanca y Lluís Vallcaneras, advierte que los temporales serán más escasos pero intensos y que las nevadas se reducirán entre un 20 y 50 por ciento

Imagen alpina del Morro den Pelut tras una intensa nevada en la Serra de Tramuntana.

Imagen alpina del Morro den Pelut tras una intensa nevada en la Serra de Tramuntana. / Gabi Rodas

Gabi Rodas

La nieve tiene los años contados en Balears. Desde hace más de un siglo la temperatura global de la Tierra aumenta, y 200 años de ciencia y otros tantos de emisiones pasan factura al medio ambiente. El clima del archipiélago del siglo XXI, por efecto del cambio climático, cambiará, ya lo está haciendo, y ya no se producirán tantas entradas frías en el invierno, con lo que «una nevada pasará de ser un hecho curioso como lo es ahora a ser excepcional», afirma Miquel Salamanca, montañero, geógrafo, climatólogo, hombre del tiempo en IB3 y coautor, junto a Lluís Vallcaneras y Bartomeu Bonet, de El llibre de la neu (Gorg Blau, 2022). La Serra de Tramuntana, el territorio donde se da este tipo de precipitaciones, también está viendo su paisaje modificado, y aquellas construcciones que durante centurias estuvieron dedicadas al comercio de la nieve, desaparecerán por desidia de las instituciones. De las 52 cases de neu catalogadas, tan solo dos han sido rehabilitadas por el Consell de Mallorca.

Portada de la obra de Bonet, Salamanca y Vallcaneras. | PERE SANXO TOUS

‘Casa de neu’ de Fartàritx, la única que conserva la cubierta. / Gabi Rodas

«Todo hace pensar que la nieve en el Mediterráneo en general y en Balears en particular se va a reducir entre un 20 y un 50 por ciento a finales de este siglo. Probablemente las generaciones que nos sucedan verán menos nieve por el cambio climático», predice Salamanca.

Arriba, Serra des Teixos. Febrero de 2018. A la derecha, Artà en el invierno del 56, en una fotografía de Pere Sancho Tous. |

Arriba, Serra des Teixos. Febrero de 2018. A la derecha, Artà en el invierno del 56, en una fotografía de Pere Sancho Tous. | / Gabi Rodas

El llibre de la neu es una obra sin precedentes, un volumen de cerca de 300 páginas, con fotografías espectaculares (de los últimos años y del pasado, algunas referidas a las grandes nevadas de 1917 y 1956), que «pretende acercar a todos, desde los pocos avezados en el tema hasta los expertos, la magia de la nieve en Mallorca» y que conecta con toda una serie de artículos científicos sobre el tema publicados hasta ahora, como puedan ser los de Vallcaneras, centrados en las cases de neu; los de Pérez Segura, sobre la Pequeña Edad de hielo; o los de Gorrías. No había ningún libro dedicado a la nieve en la isla, hasta ahora, «un hecho curioso, porque la nieve siempre ha despertado mucho interés en la isla», apuntan sus responsables.

Imagen alpina del Morro den Pelut tras una intensa nevada en la Serra de Tramuntana.

Serra des Teixos. Febrero de 2018. / Gabi Rodas

Todos los baleares quieren ver la nieve de cerca pero, como afirma Salamanca, «hay muy poca gente que sepa ya no solo qué es la nieve exactamente —cristales de hielo de formas muy diversas y caprichosas—, sino la repercusión que tiene en la hidrología, la agricultura o las temperaturas». La de Mallorca es una nieve muy húmeda, con copos muy grandes, que cuando cuaja lo cubre todo y brinda bonitas estampas. «En climas continentales la nieve siempre va asociada a entradas de aire frío, que son muy secas, pero en las islas es diferente porque esas masas de aire frío cuando entran en contacto con el Mediterráneo se cargan muy rápido de humedad, de ahí que las nevadas sean muy húmedas», explica Salamanca.

La nieve, en peligro de extinción

Artà en el invierno del 56, en una fotografía de Pere Sancho Tous. / Gabi Rodas

Los expertos advierten que habrá menos días de nieve en el futuro cercano pero no creen que los grandes temporales vayan a desaparecer. «Se reducirán las nevadas pero las que caigan no tienen por qué dejar de ser abundantes, al contrario, podrían ser más intensas. Lo primero que se piensa al hablar del cambio climático son en olas de calor e incendios forestales, pero realmente donde más afecta el cambio climático es en los extremos de cada tipo de clima. Los extremos fríos se reducen pero no desaparecen y los cálidos aumentan. La nieve, como forma de precipitación, también tendrá sus extremos», comenta.

La flora de la Tramuntana, sobre todo aquella que está por encima de los mil metros de altitud, se verá seriamente afectada por la ausencia de nieve y algunos tipos de plantas, como las que se encuentran en los alrededores del Puig Major, «lo tendrán muy difícil para subsistir».

El retraso en las temporadas de bolets, las tormentas severas, la escasez de agua o el retroceso del musgo son solo algunos resultados de las subidas de temperaturas que Balears está sufriendo en los últimos tiempos, con veranos más extremos que empiezan antes y se comen gran parte de la primavera, con máximas de 35 grados muchos días, incluso en las localidades de la vertiente norte de la Serra de Tramuntana, como se vio en Sóller en mayo del año pasado. «Todo esto, en el clima de nuestros abuelos era impensable, era otro tipo de clima. El cambio climático no es que esté por venir, es algo que vivimos, sobre todo nuestra generación, que está viviendo el cambio en directo, y sí, está teniendo un impacto bastante evidente. Habrá que adaptarse, pero no será un cambio radical y brusco. Hay mucho alarmismo en general y eso no es bueno en ningún sentido. No desaparecerá el paisaje que tenemos ahora de la noche a la mañana, será un cambio muy paulatino, no se notará en 15 días ni 15 años ni 25. Pero lentamente vamos a notar un cambio».

Portada de la obra de Bonet, Salamanca y Vallcaneras.

Portada de la obra de Bonet, Salamanca y Vallcaneras.

Las ‘cases de neu’

Las casas de nieve, agujeros naturales o artificiales en la tierra que se aprovechaban para meter la nieve caída y que se concentraba empujándola hasta adquirir un grosor y consistencia de láminas de hielo, ocupan la segunda parte del estudio de Salamanca, Bonet y Vallcaneras. Están documentadas desde el siglo XVI y suman un total de 52 —la única que está situada fuera de la Serra de Tramuntana se encuentra en Artà—.

«El comercio de la nieve era muy rentable. La nieve no era un producto asequible para cualquiera, había que pagar muchos impuestos por ella. Una gran cantidad de la nieve que se producía iba destinada a usos médicos, por aquel tiempo se pensaba que tenía propiedades medicinales, y algo de eso es cierto, porque el hielo es un antiinflamatorio muy potente. Lo que quedaba era un producto de lujo no apto para cualquier bolsillo, sobre todo en años de escasez», señala Salamanca. Muchas de ellas están catalogadas como Bien de Interés Cultural, pero solo dos, la del Puig d’en Galileu y la de Son Macip, han sido restauradas por el Consell de Mallorca. «A las que están en cotas más bajas se les podría sacar algún tipo de provecho, creando, por ejemplo, algún tipo de itinerario para que la gente las conociera», defiende.