Asia es la alfombra bajo la que el primer mundo barre la mayor parte de su basura plástica. La escoba son contenedores cargados de restos de este material que salen en buques desde los grandes puertos hasta Malasia, Tailandia, Indonesia y, por supuesto, China.

Un barrido que funciona desde hace décadas impulsado por una paradoja: en países que no tienen sistema de reciclaje hay demanda de plásticos usados y en aquellos que sí cuentan con una recuperación organizada este material vale cada vez menos.

El comercio internacional de residuos plásticos es un circuito legal, adscrito al control de la Organización Mundial del Comercio y la Convención de Basilea para el tráfico de residuos peligrosos. Sin embargo, tiene enormes fugas y lagunas debido a la diversidad de intereses, intermediarios y regulaciones que atraviesa. Por ellas se cuelan muchas actividades delictivas y enormes cantidades de plástico acaban acumulándose en basureros y ríos, cuando no son directamente vertidos al mar.

Una mirada benévola podría presentarlo como un mercado circular, ya que una pequeña parte de ese desecho se usa para fabricar productos que luego embarcan en esos mismos containers para llegar a nuestras tiendas y hogares.

La realidad, según el informe de Greenpeace El mito del reciclaje. Malasia y el sistema roto del reciclaje global, es que el 90% de los residuos que llegan a países de bajos y medianos ingresos acaban enterrados, vertidos o incinerados ilegalmente. Las pérdidas ecológicas y sociales que asume este enfoque lo alejan de cualquier noción de sostenibilidad.

Cuando la producción global de plástico virgen alcanza los 350 millones de toneladas cada año sin que se recicle más del 9% de ellas (según recoge la organización ecologista en esta publicación), varias autoridades han decidido intentar frenar la marea.

El no de China

En enero de 2018, China dijo basta. Tras haberse tragado el 45% de los desechos plásticos del mundo desde 1992, Pekín prohibió la entrada de material mezclado de baja calidad y redujo su demanda a volúmenes tratados, homogéneos y de fácil transformación para su potente industria recicladora de plástico.

Como explica el presidente de Recircula, Eusebio Martínez, «hablamos de cantidades ingentes de material sin clasificar que acababa en China». «Era el vertedero hasta ahora, el vertedero eficaz. Ahora la política de Pekín es valorar los recursos y no ser el basurero del mundo», explica el representante de la plataforma por una economía circular.

La enorme dependencia que tiene el sector de las compras chinas ha agravado problemas que ya se producían, a menor escala, en todas las etapas del intercambio. Según el informe Tendencias criminales emergentes en el mercado de residuos plásticos desde enero de 2018 que publicó Interpol en agosto, la clausura produce dos grandes efectos en los países exportadores y receptores, que deben repartirse lo que China ya no acepta.

De un lado, el tráfico asiático se mantiene, pero mermado y con nuevo rumbo hacia naciones más frágiles de la región. Interpol cree que Europa y Norteamérica han derivado la mayoría de sus exportaciones a Camboya, India, Indonesia, Malasia, Vietnam y Tailandia, mientras que Japón y Australia estarían concentrando sus flujos en Tailandia y Malasia.

Además, esta ruta secundaria podría derivar próximamente, advierte la organización policial, en nuevos flujos hacia Latinoamérica y África, donde ya existe un activo mercado de residuos de aparatos eléctricos.

Durante estos dos últimos años, Malasia ha absorbido parte de las importaciones rechazadas por China. Allí, Greenpeace ha localizado medio centenar de puntos de vertido y almacenamiento ilegal donde se acumula basura plástica de al menos 19 países, entre los que se encuentra España. Nuestro país aparece en su investigación como el octavo mayor emisor de residuos plásticos a Malasia, con 20.500 toneladas en 2018.

Este país, junto con Tailandia, Vietnam y Taiwán, son la alternativa a China para los envíos calificados de «ilegales» por Interpol con origen en España. «Esos plásticos estarían en España si los países del sudeste asiático dejaran de recibirlos», asegura Andoni Uriarte, presidente de la Asociación Española de Recicladores de PET, en referencia a todo el comercio de residuos de estos compuestos.

El bajo coste de los envíos (mandar un contenedor con capacidad para 14 toneladas desde Valencia hasta China cuesta menos de 300 euros) y la convivencia de recuperadores formales e informales en estos estados sin capacidad para inspeccionar cargamentos ni hacer cumplir leyes ambientales mantiene vivo el circuito.

«Cualquier reciclador español de plásticos con perfil en LinkedIn recibe demandas de material de recicladores asiáticos o de intermediarios. Ellos los procesan de forma manual. Le sacan rentabilidad a lo que pueden y lo que les sobra, lo vierten», explica Martínez.

Restos contaminados

La mayoría de los restos de origen español que llegan a estos lugares son, según Uriarte, plásticos de basura urbana que llegan mezclados a los basureros y que el triaje logra rescatar. Llegan muy contaminados por restos de comida y productos químicos. Su acumulación en espacios naturales y pueblos tiene consecuencias dramáticas en forma de contaminación, enfermedades respiratorias y otras calamidades que paga la población local.

«Alrededor de esos vertederos incontrolados acaban surgiendo poblados de chabolas donde viven waste pickers o recogedores de restos. En Filipinas un huracán se llevó una de estas montañas de basura y murió mucha gente. El que nosotros contribuyamos a que la calidad de esas personas sea peor es vergonzoso», sostiene Alba García, responsable de la Campaña de Ciudades de Greenpeace España.

Delitos ambientales en la UE

El segundo fenómeno que se intensifica desde que China ya no traga plástico sucio es que los stocks que ya no tienen salida se están acumulando en Europa y otras regiones exportadoras. Interpol relaciona este bloqueo con el aumento en el continente de la incineración incontrolada, el almacenamiento o los vertidos ilegales y otros delitos como el reciclaje irregular.

Italia es donde se registra mayor variedad de criminalidad ambiental (quemas, vertederos no regulados y reciclajes fraudulentos), pero también han aumentado estos sucesos en Francia, Suecia, Irlanda y República Checa. En España, donde se registran incendios en almacenes de este material desde hace una década, estos sucesos aumentaron un 100% entre 2017 y el año en que cerró China, como recoge Interpol citando información del Seprona.

¿Cuánto resto plástico ha quedado sin destino y expuesto a estos sucesos desde entonces? Interpol señala que la UE ha pasado de enviar al exterior 3,1 millones de toneladas en 2016 a sólo 1,8 en 2018. Esta última cantidad supone el 22% de los 8 millones de toneladas de plástico que los diferentes sistemas de recogida de los socios recuperan anualmente en la Unión.

Desde hace dos años, todo ese material sucio busca compradores en un mercado a la baja y, en algunos casos, un sitio donde desaparecer de la vista hasta que sea problema de un tercero.

Incendios en España

La investigación de Interpol destaca que España solía exportar hasta el 60% de sus residuos plásticos a China antes de la decisión de Pekín. Para la organización policial, es un hecho que el sistema de reciclaje nacional no tiene capacidad para absorber ese volumen de restos.

Al mismo tiempo, en nuestro país las balas de plástico se apilan en instalaciones autorizadas, pero también en descampados y vallados sin registrar. «Todo eso se acumula porque los recicladores no lo quieren ni gratis», apunta Carlos Arribas, portavoz de Residuos de Ecologistas en Acción. Y como aclara Martínez, «lo que no tiene mercado, crece y se quema».

El ambientólogo y blogero Alberto Vizcaíno afirma en su libro Contenedor Amarillo SA que en la última década cerca de 40 instalaciones registradas en el sistema de envases ligeros «han resultado siniestradas con pérdida de material recuperado».

Indica que al menos 20 de ellas son reincidentes y que alguna de ellas ha ardido hasta siete veces. El también bloguero y profesor José Galindo recoge en su página más de 340 incidentes de este tipo en instalaciones de reciclaje en los últimos ocho años. Vizcaíno informa de que el Seprona contabiliza el 15% de ellos como intencionados.

Las evidencias del fracaso del sistema genera inquietud en el sector y en las administraciones, porque el liderazgo europeo en reciclaje queda muy cuestionado. «Las naciones exportadoras podrían estar comunicando tasas de reciclaje artificialmente altas de sus residuos plásticos», señala la organización policial.

Otras autoridades están tomando cartas en el asunto. De un lado, las partes del Convenio de Basilea han acordado endurecer las condiciones de la exportación de plásticos, una medida que entra en vigor en 2021. De otro, algunas naciones asiáticas han anunciado su intención de emular a China y filtrar sólo los plásticos de calidad.

Ninguna de las dos decisiones soluciona las enormes disfunciones del sistema español de contenedores, almacenes y plantas de residuos, que recicla el 36% de los restos que genera el país. O eso dicen las estadísticas.