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Desalojados cuatro adultos y cuatro niños de una casa okupada en Ibiza

En la vivienda residían de manera irregular cuatro adultos y cuatro menores desde el pasado mes de agosto. Los propietarios logran recuperar el control de la casa tras un auto del juez y la llegada del cerrajero y la comisión judicial

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Desalojan a un grupo de okupas en Ibiza

Son las 10.45 horas de la mañana de ayer y la entrada de una finca de la calle Terol, en Cala de Bou, presenta una agitación inusual. En el exterior encontramos a los propietarios de la finca, Santiago y Eloísa Planells, acompañados de su representante legal y de algunos vecinos de la zona que esperan la llegada de la comisión judicial. Al otro lado de la verja, en el interior de la propiedad, están Giuseppe y Raquel. Ella sostiene en brazos a un bebé de cuatro meses.

«La noche del 3 al 4 de agosto entraron en la casa y cambiaron la cerradura. Llamamos a la Guardia Civil, pero nos dijeron que, como no es nuestra primera residencia, no podían entrar», comenta Santiago Planells, que relata con evidente nerviosismo cómo empezó este calvario.

Tras la usurpación de la propiedad, en ella han habitado cuatro adultos y cuatro menores que tienen entre 12 años y cuatro meses de edad. Cuando Raquel okupó la casa ya estaba embarazada del más pequeño. La pareja comenta que el padre de los niños no le pasa la pensión de manutención, y que han contactado con los servicios sociales de Sant Josep. Los tres hijos mayores están ahora en la escuela. Giuseppe afirma que fueron víctimas de un engaño: «Un inglés nos ofreció alquilar esto a 500 euros. Nosotros le pagamos 1.500, tres meses por adelantado. Pero a las dos semanas aparecieron los propietarios y vimos que nos habían estafado».

La comisión judicial informa a Raquel del lanzamiento. Toni Escobar

Eloísa Planells desmiente esta versión: «Van cambiando la historia. Primero era un marroquí, ahora un inglés. No saben qué aspecto tenía ni de dónde salió. Vamos, que mienten».

Procedimiento civil

Cuando los vecinos les advirtieron que su finca había sido okupada, los propietarios presentaron una denuncia penal en los juzgados. Los okupas no recogieron la instancia ni tampoco se presentaron a la vista, alegando que no habían recibido la citación, con lo que esta se pospuso hasta enero.

Un auto del juez que aplica la ley 5/2018 de Enjuiciamiento Civil ha permitido echar a los okupas de la finca

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Aconsejados por sus abogados, los propietarios interpusieron una denuncia civil y, en este caso, la justicia funcionó como un reloj. La ley 5/2018 de 11 de junio de Enjuiciamiento Civil establece que, si en un plazo de cinco días los residentes no aportan un justificante que acredite que residen de forma legal, el juez ordenará mediante auto la inmediata entrega de la posesión de la vivienda al demandante. Pese a que nadie se acuerda de este texto, la ley sigue en vigor y puede acogerse a ella todo aquel que haya sufrido una okupación. Para Santiago Planells, lograr este auto ha sido como si se le abriera el cielo: «Han sido meses sin dormir, de rabia y de impotencia. La angustia de saber que tienes la razón, que es tu casa, pero que ahora ya no puedes entrar en ella».

Raquel, Giuseppe y el bebé. Toni Escobar

El lanzamiento

Con la llegada de la comisión judicial y el auto del juez, Giuseppe y Raquel saben que tienen las de perder y empiezan la mudanza. Aparece una amiga con un vehículo para ayudarles a trasladar los paquetes, que incluyen electrodomésticos como una lavadora, el microondas, una televisión de alta gama, e incluso dos patinetes eléctricos. Un grupo de vecinos asiste a todo este movimiento y la gran mayoría asegura que la marcha de los okupas supondrá un gran alivio.

«Les llamamos la atención porque tenían mucha basura acumulada y nos respondieron de mala manera. Hay contenedores por aquí, ¿por qué no los usan? Hacían también muchas fiestas», comenta Rosario. «Son unos asalvajados y hablaban a gritos, por las noches tenían todas las luces encendidas y dejaban al perro suelto», completa Ricardo, otro vecino. Una mujer joven que prefiere no dar su nombre, y que se encarga de vigilar la finca durante los meses de invierno, señala también que «rompieron el paso del agua y se la pillaron de la perforada de un vecino».

El cerrajero finaliza su trabajo. Los miembros de la comisión judicial constatan que los dos okupas se muestran colaboradores y abandonan el lugar. Giuseppe va sacando los objetos de la casa y los carga en el coche o, si son demasiado pesados, los acumula en la entrada de la finca. Los hermanos Planells observan en silencio la escena. La situación es muy incómoda y tensa. El okupa intenta llegar a un acuerdo: «No lo puedo cargar todo yo solo. ¿Pueden esperar a que esta tarde venga el hermano de Raquel y nos ayude a terminar la mudanza?».

El hombre parece sincero y, pese a los malos ratos pasados, Santiago accede a su petición. Mañana [por hoy], cuando vengan los operarios a instalar la alarma, abrirán la finca y permitirán que se lleven lo que les queda. Para los hermanos Planells, será el final de esta desagradable historia. Pero para Giuseppe, Raquel, sus amigos y los cuatro niños, la rueda sigue girando.

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