La playa de ses Figueretes amanece con pocos bañistas para ser 1 de julio. En primera línea de playa, la mitad de los locales se encuentran cerrados o en reformas y los que están abiertos están, en su gran mayoría, vacíos. No se ven turistas por el paseo. «Llegan a cuentagotas», confiesa un ibicenco en la cafetería donde trabaja, a escasos metros del mar, con las mesas totalmente vacías. (Mira aquí todas las fotos)

Este empleado, no obstante, confía en que la apertura de fronteras traiga muchos extranjeros que reactiven la actividad para recuperar los puestos de trabajo perdidos. «Además, Ibiza, y a grandes rasgos Balears, son un ejemplo en España por cómo se ha combatido el virus», opina, y pone como ejemplo las medidas tomadas en el ocio nocturno como incentivo para que el turismo vuelva a la isla.

En los Apartamentos Lido, al final de la playa, sí que empiezan a verse algunas maletas. «Abrimos el lunes pasado con la llegada de algunos italianos y holandeses, pero pocos», expone Pablo Quiroga, recepcionista del edificio. Los apartamentos se ofertan a mitad de precio pero no consiguen vender como en otras temporadas, lamenta. «Esperamos llegar al 60% de ocupación durante el fin de semana siguiente», calcula.

Nada más entrar, se pueden observar marcas en el suelo para respetar las distancias, geles hidroalcohólicos y otras medidas de seguridad sanitaria. Ante la duda de si se respetan estos protocolos, el empleado responde que «se respetan en todo momento» y que «los clientes suelen preguntar cuando no entienden algo». «Sin embargo, cuando salen de los apartamentos se sorprenden, sobre todo los holandeses, por lo poco que se lleva la mascarilla en la ciudad», explica Quiroga.

«Es muy complicado, muy complicado...», se lamenta el dueño del alquiler de motos MovingRent, en ses Figueretes. Este italiano residente en la isla desde hace cinco años, y que prefirió no dar su nombre, comenzó a trabajar en el negocio cuatro días antes de que se decretase el estado de alarma. Todavía no ha visto turistas pero confía en que la isla sobreviva a este verano atípico: «Me siento un poco optimista al tratarse de Ibiza y de su magia, pero hasta ahora ha estado difícil; en tres semanas he alquilado una sola moto», lamenta antes de seguir limpiando el local.

En la acera de enfrente se observa movimiento entre los trabajadores del Hotel Náutico Ebeso. «Hemos abierto hoy mismo», explica Ángel Cilveti, su director, que añade ser «el único hotel del grupo que ha abierto». Tienen varias reservas pero la ocupación no es muy alta. «Llevamos unas semanas preparando el recinto con todo el material sanitario necesario e incluso más, así los clientes pueden sentir una mayor confianza con respecto a su seguridad sanitaria», opina Cilveti.

Durante la charla no se ve a ningún cliente. «Son pocos y por ahora la mayoría nacionales. Ya veremos cómo sigue la cosa», expone. En el hotel también se muestran esperanzados con la apertura de fronteras y tienen el objetivo de conseguir la máxima ocupación, un 75% según la normativa actual. «Hemos observado que la gran mayoría de reservas se hacen a última hora», concluye el director del hotel.

De camino al puerto comienzan a verse más turistas, ya sean extranjeros o nacionales, si bien en una cantidad ínfima en comparación a otros años. Muchos de ellos, al igual que pasa con los residentes, sin mascarilla.

Frente a los barcos que zarpan a Formentera se ve gente, más que en el resto del paseo. Sin embargo, «muy pocos son turistas y menos aún extranjeros», explican trabajadores de la Estación Marítima. «Se ven personas pero son muy pocas en comparación [con otros veranos] y sólo se juntan al embarcar o desembarcar», añaden. El bar de la estación comenzó a funcionar en cuanto la normativa lo permitió, el 11 de marzo. «En circunstancias normales seríamos 22 trabajadores, pero ahora estamos sólo ocho», lamentan.

En la heladería Los Valencianos se quejan del «rotundo» impacto: «Tenemos franjas horarios enteras en las que no viene nadie». Uno de los encargados explica que no ha visto a turistas exceptuando a algún holandés. «El resto son extranjeros con segundas residencias en Ibiza que vienen cada año», añade. «Todo son incertidumbres», comenta el encargado con cierta desesperación.

«No sé qué pasará. La Marina está cerrada y muchos negocios lo estarán para siempre», lamenta. «Vives el día a día», apunta resignado.