Tras tres meses de parón obligada, desde que entró en vigor el estado de alarma el pasado 16 de marzo, los vendedores de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) han podido regresar a sus puestos de trabajo para vender sus cupones diarios, cuponazos y el resto de productos de la casa que habían quedado suspendidos por la crisis sanitaria. Durante este periodo, solo han quedado disponibles, a través de internet, el juego semanal del Eurojackpot y los de lotería instantánea.

Tras el anuncio de la vuelta de la actividad en los kioscos de la ONCE, así como de sus vendedores a pie de calle, mucha gente ha seguido topándose con muchas de estas casetas cerradas. En Vila, es el caso de puntos de venta tan céntricos como los que se encuentran junto a la iglesia de Santa Creu, el Mercat Nou o la delegación de Hacienda, entre otros.

No se trata de una reincorporación progresiva de la plantilla, sino simple cuestión de turnos: cerca de la mitad de los vendedores libran el domingo y el lunes, mientras que el resto descansa el fin de semana. Por ello, en el primer día de regreso del sorteo diario, las Pitiusas han recibido 4.500 cupones, una cifra muy inferior a la habitual en una situación de normalidad, según precisa la ONCE. No obstante, hoy en día la emisión automática de los números resta importancia a la impresión previa de boletos para los sorteos que reparten las delegaciones territoriales.

El vecino más popular

Uno de los puntos de venta más singulares de Vila es el que se encuentra una esquina de la calle Extremadura con la calle Aragón, a solo una manzana de distancia del Mercat Nou. Manolo Sarmiento, que es vendedor de cupones desde hace 20 años, es toda una institución en el barrio y siempre se le ve acompañado de vecinos que pasan un rato de charla con él.

«Como es muy complicado adaptar las casetas a las sillas de ruedas, yo estoy aquí al aire libre - explica Manolo-, pero la verdad es que me gusta mucho el trato que tengo aquí y estar directamente con la gente». Los clientes, que no paran de saludarle y bromear con él, confiesan que lo echaban de menos.

«Cuántas ganas tenía yo de verte», le exclama una señora, mientras aún no ha acabado de cruzar la calle, antes de pedirle un número y quedarse a hablar con él. También lo saludan efusivamente José Romera y Margarita Ferrer, un matrimonio de la zona.

«La familia de Manolo también son vecinos del barrio y él siempre reúne a mucha gente por su simpatía», destaca la pareja. Margarita se lleva su cupón diario, pero, en su primera jornada, los vendedores están más atareados revisando los boletos de los sorteos anteriores al estado de alarma y reembolsando aquellos que quedaron suspendidos.

Sorteos pospuestos

En la esquina de la avenida Isidor Macabich con la calle Canarias, junto al Parc de la Pau, se comprueba que la cola de clientes es mucho más larga que la que solía formarse, ya que todos ellos se esmeran en guardar la distancia de seguridad. Además, Gabriel Luque también cuenta con botellas de gel hidroalcohólico bajo los números que tiene expuestos.

Acisclo Marín pasa unos minutos comprobando si alguno de sus cupones antiguos había sido premiado. Tras declararse el estado de alarma, la ONCE, además de suspender sus sorteos nacionales, también pospuso la caducidad para el cobro de los premios, que, en situación normal, es de 30 días.

Un cliente pregunta a voces desde la cola si finalmente se celebró el sorteo extraordinario del Día del Padre, pero le comunican que quedó pospuesto para este domingo, 21 de junio. «Pues me voy, que solo venía para comprobar si me había tocado alguna cosa», aclara.

Finalmente, Acisclo Marín finaliza su consulta y su primera compra después de tres meses, aunque no se trata del cupón del día. «Son cuatro cuponazos para el viernes, a ver si rascamos algo», detalla. En este caso, cada boleto cuesta tres euros, para optar al premio principal de nueve millones (15 millones en caso de gastar dos euros suplementarios). También conserva sus billetes del Día del Padre, a cinco euros cada uno, para un sorteo de 17 millones de euros.

Reencuentro

A solo una manzana de distancia en la misma avenida, en la esquina con la calle Extremadura, se encuentra el punto de venta donde Miguel Francisco Borja trabaja desde hace diez años, aunque en total lleva diecisiete como vendedor. Además de los clientes, hay dos amigos suyos junto a la caseta.

«Esperamos a que descanse para irnos a tomar un café», comentan. Uno de ellos, Marc Rodríguez, se ha enterado de que su amigo reanudaba su actividad en la ONCE porque se lo ha encontrado de camino al trabajo. «No lo sabía y no nos veíamos desde antes del estado de alarma», explica. El otro, Carlos Fernández, acudía expresamente para saludar al vendedor.

La siguiente caseta en activo en Isidor Macabich es la que se encuentra frente a los antiguos juzgados, donde ya quedan pocos cupones expuestos poco antes de las once de la mañana. «La verdad es que ha ido muy bien y he vendido bastante más que en un día normal», destaca Patricia Macías. Esta joven de 25 años hoy ha bajado desde Sant Antoni acompañada de su madre, Leonor, aunque normalmente viene sola en el autobús.

«Yo soy invidente de nacimiento», precisa Patricia, que se convirtió en vendedora de cupones a los 16 años. «La ONCE supone muchísimo en mi vida desde que llegué a Ibiza a los cinco años, ayudándome en los estudios y con el material escolar», destaca.

Vendedor sordociego

Tras estos tres meses, Paco González también ha vuelto con sus cupones junto al Centro de Salud de Sant Antoni. Él es sordociego y ha venido acompañado de su madre, Antonia, pero no de Olay, el perro guía que le acompaña desde diciembre. Para ello, Paco se formó durante unas semanas junto a un adiestrador de la ONCE, que le entregó a su nuevo compañero. «Olay se hizo una herida rascándose mucho detrás de la oreja y ahora tiene que reposar unos días con un protector», aclara Antonia.