El diámetro de una arteria no suele superar los dos centímetros. La imagen de un TAC que muestra en su pantalla el cirujano vascular del Hospital Can Misses, José María Roselló, sin embargo, mide 8,46 centímetros de diámetro. Es, claramente, un aneurisma. Un aneurisma con riesgo de rotura. Y eso, una arteria rota, es la intervención más grave que realizan estos especialistas. «Salvas, literalmente, la vida del paciente. Si no se le opera, la muerte está garantizada», afirma el especialista.

«Éste va de la barriga a la vértebra, ocupando el abdomen completo», comenta, moviendo el dedo índice frente a la pantalla, Roselló, sorprendido de que ese aneurisma no se rompiera. «Una arteria, a partir de dos centímetros se considera más ancha de lo normal y a partir de los cinco o seis ya existe cierto riesgo de rotura», indica. «Que se rompa es una eventualidad fatal en la que el riesgo de mortalidad es muy elevado. Sólo la mitad de los que llegan con vida al hospital sobreviven», indica el cirujano sobre la rotura de una arteria por aneurisma.

Cuando eso ocurre, explica el cirujano vascular, el paciente sufre una exanguinación y llega un momento en el que el corazón ya no aguanta más. En ocasiones, cuando el paciente llega a tiempo al hospital, los cirujanos pueden llegar a encontrar tres litros de sangre en su estómago. Son intervenciones que requieren muchas transfusiones. Y no sólo de sangre, también de plaquetas. «No es muy frecuente, por suerte», indica el médico, que señala que a los quirófanos del Hospital Can Misses llegan cada año, unos tres o cuatro aneurismas. Hay más casos, pero algunos pacientes no resisten hasta el hospital y a otros, tras la evaluación, se descarta la intervención «porque es inviable». Algunos, por ejemplo, son tan largos que no son operables.

Asintomático

Muchas veces, los pacientes llegan a Urgencias en ambulancia sin que se sepa cuál es el motivo por el que están «en esa situación catastrófica». Esto es «lo más frecuente», indica el médico, que detalla que la rotura se detecta cuando, tras hacer la reanimación al paciente, se le realiza un TAC. Hasta ese momento, en la mayoría de casos, nadie sabía de la existencia del aneurisma.

«Por desgracia, es asintomático», apunta. Tampoco hay un motivo determinante por el que una arteria se dilata, aunque sí varios factores: sufrir arterioesclerosis, problemas inflamatorios o alteraciones del tejido conectivo. «La arteria se va inflando, como un globo, hasta que llega un momento que no resiste la presión y puede romperse», detalla el cirujano vascular de Can Misses, que señala que el riesgo puede aumentar en personas con la tensión alta o que sufran enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

La intervención, una cirugía reparadora de aorta, consiste en sustituir la zona dañada de la arteria por un material protésico «para volver a encauzar la circulación». Se sutura a la arteria, a una zona en la que ésta ya esté sana. «Debe hacerse muy rápido», comenta el especialista, que insiste en que lo más importante para poder salvar a estos pacientes es que lleguen a Urgencias con un equipo de reanimación y que luego, en la UCI, se les haya podido recuperar y estén «lo más estables posible» antes de entrar en el quirófano, donde se localiza la zona de sangrado y se clampa «lo más rápidamente posible». «A partir de ahí ya se hace con un poco más de pormenorización, una cirugía no con más tranquilidad, pero con la zona controlada, que es lo importante», señala el cirujano vascular del hospital ibicenco.

El lugar más frecuente en el que se generan los aneurismas es en la aorta bajo las arterias renales, a la altura del abdomen. También son habituales en las piernas, detrás de las rodillas, lo que se conoce como aneurisma poplíteo. «No es infrecuente que haya en otras zonas, explica el especialista, que indica que, al no generar síntomas en el paciente, no es posible hacer una cirugía preventiva. En la mayoría de los casos. En ocasiones, sin embargo, se detecta el aneurisma cuando se hacen pruebas diagnósticas para otro problema. En esos casos, se lleva un control para vigilar su crecimiento. Esto sucede, en ocasiones, cuando se hace un TAC a un paciente de Urología por un tema de próstata.

Años en dilatarse

«Tarda tiempo en dilatarse. Años», afirma el cirujano, que destaca el «lento crecimiento» de los aneurismas. De hecho, uno de los motivos que harían plantear la intervención de forma preventiva antes de superar los 5,5 centímetros de diámetro sería que éste aumentara de forma rápida: medio centímetro en seis meses, por ejemplo. «Pero no es lo habitual», matiza.

Esos 5,5 centímetros marcan la línea a partir de la que los estudios «muestran el beneficio de someterse a la intervención contra no hacerlo». Aunque eso, indica el médico, «depende de cada caso». Pacientes muy mayores o los que están en tratamiento activo de quimioterapia no serían buenos candidatos para esta intervención preventiva. «Si llega roto, operas sí o sí, pero la intervención programada, preventiva, sólo se lleva a cabo cuando está claro que el paciente se va a beneficiar de ella», matiza.

Otra forma de detectar los aneurismas es cuando éstos generan un trombo. «La sangre que va pegada a la pared del aneurisma va más lenta y se forman trombos, acumulaciones, en las paredes de la dilatación. Éstos pueden embolizar y causar obstrucciones en las arterias más distales o más abajo de donde está el aneurisma», indica. El médico destaca que respecto a esta acumulación de material en los aneurismas hay dos teorías: «Unas que defienden que los trombos protegen las paredes de los aneurismas y se rompen menos y otras que aseguran que el trombo hace que la arteria no esté bien nutrida a través de los microvasos y se rompe más».