La iglesia de Can Bonet se erigirá este domingo oficialmente como la parroquia de la Sagrada Familia, de manera que este núcleo de población formado a partir de finales de los años 50 se segrega como administración religiosa de Sant Antoni. Además, según la división tradicional de Eivissa, supondría que sus vecinos pueden presumir de que dejan de ser un barrio para considerarse pueblo, como sucedió con Puig d'en Valls cuando dejó de depender de Jesús.

El religioso que este domingo se va a convertir en su primer párroco, Virgilio Bago, ya considera a Can Bonet y el núcleo aledaño de ses Païsses como «un pueblo que tiene muchas esperanzas en crecer como parroquia». «Ya hay un colegio y muchos vecinos que han colaborado mucho desde hace años para construir su capilla en el año 86 y deseaban formar una iglesia y, con ella, un pueblo», recuerda.

La capilla del año 86, construida por el arquitecto José Antonio Zornoza, se amplió y consagró como iglesia en marzo de 2016. Este domingo, a partir de las diez de la mañana, el obispo Vicente Juan Segura erigirá este templo como la nueva parroquia de la Sagrada Familia de Can Bonet. La nueva administración abarca el territorio que va desde el camí de sa Casilla hasta la avenida de ses Païsses y queda comprendido entre la carretera de Sant Antoni, al norte y el camino des Regueró al sur.

Como es tradicional en Ibiza, toda parroquia no sólo incluye la dirección religiosa, sino que su funcionamiento y mantenimiento depende también de los obrers, el cuerpo de colaboradores que suelen renovarse cada cuatro años. Así, a partir de este domingo, Virgilio Bago empezará a contar con Toni Costa y Joan Tur, dos obrers de la parroquia de Sant Antoni que pasarán a ejercer su labor en su vecindario.

Al contrario que en el resto de Ibiza, el patrón de la parroquia no será una persona santa, sino la Sagrada Familia «que tuvo que emigrar a Egipto, como todos los vecinos que han formado Can Bonet emigrando de otros pueblos de la isla, de Andalucía o de otros países». Como recuerda el párroco, Can Bonet era la finca de un sacerdote, Vicent Bonet, que en el año 58 empezó a vender pequeñas parcelas a precios reducidos para acoger a las familias de Sant Mateu y Santa Agnès que abandonaban el campo a raíz del boom turístico de Sant Antoni. Poco después se sumaron trabajadores andaluces y, más recientemente, «latinos, filipinos y de otros países», hasta reunir más de cinco mil vecinos.

«Quiero trabajar por la buena convivencia con estos colectivos de inmigrantes y también por el buen diálogo con los laicos. También me gustaría agradecer la confianza del señor obispo, porque nosotros compartimos su sacerdocio y trabajamos con su bendición», destaca Bago.