Con un telescopio de pocos aumentos o unos binoculares de uso terrestre podemos ver Júpiter, el planeta más grande de nuestro sistema solar, visible estas semanas sobre el horizonte sur de Ibiza y Formentera durante casi toda la noche. Se caracteriza por las franjas gaseosas de su atmósfera y por la presencia de unos puntitos luminosos que danzan alrededor del planeta. Son sus cuatro principales lunas: Ío, Europa, Ganímedes y Calisto, por orden de proximidad a Júpiter. Europa, el más pequeño de los satélites galileanos y de similar tamaño a nuestra Luna, tarda tres días y medio en orbitar alrededor de Júpiter. Se encuentra a una distancia media equivalente al doble de distancia que nos separa nuestra Luna de la Tierra.

Nuestra visión del sistema solar cambió gracias a la nave espacial Galileo de la Nasa, que exploró la atmósfera de Júpiter y sus principales lunas entre 1995 y 2003, año que finalizó su exitosa misión. Durante esos años realizó tres sobrevuelosde Europa. Gracias a la información que la sonda transmitió a la Tierra, se sabe que la superficie brillante y helada de Europa tiene pocos cráteres, debido a que es un satélite relativamente de formación joven, unos 60 millones de años. Su superficie es bastante uniforme, con marcas o franjas rojizas entrecruzadas, grietas y crestas de poca altura.

Toda la información aportada por la sonda Galileo sigue siendo analizada por los científicos años después de finalizar la misión. Las mediciones realizadas del campo magnético de Europa evidencian la presencia de un océano con actividad hidrotermal bajo la corteza helada de la superficie. Esa corteza puede medir unos diez kilómetros de grosor. Europa es candidata a albergar vida, situación que abre las puertas de nuestra imagación y, sobre todo, estimula nuevas investigaciones y proyectos para explorar este mundo.

Con la tecnología actual es impensable enviar una misión a Europa para perforar una superficie de varios kilómetros de espesor hasta encontrar indicios de agua y analizarla en un laboratorio incorporado en la sonda espacial. Pero, pese a esas dificultades y a los elevados costes que ello supondría, la NASA ya está trabajando en el desarrollo de herramientas para perforar gruesas capas de hielo. Para la NASA es una prioridad explorar Europa y satisfacer la curiosidad de conocer por qué hay un océano bajo su superficie.

De momento, habrá que esperar hasta el año 2022 para el lanzamiento de una nueva misión espacial, Europa Clipper, que tiene previsto realizar unos 45 sobrevuelos sobre la luna helada sin llegar a posarse. Investigará si dispone de las condiciones adecuadas para la vida, así como información sobre la superficie y grosor de su capa helada para futuras misiones y aterrizajes.

Cada vez que miremos el cielo presidido por Júpiter, acompañado por sus lunas más grandes, debemos recordar que en una de ella existe agua, ingredientes químicos y fuentes de energía para permitir, quizá, el desarrollo de la vida, eso sí lejos de criaturas grandes y complejas. Es una de las metas en que se posan las miradas de los científicos en busca de la vida.