Con obras que no cesan. Con calles cortadas en sucesivas ocasiones que provocan atascos y colas de vehículos que obligan a salir de casa con mucha antelación para ir a trabajar. Con aceras levantadas unos pocos años después de haber sido renovadas. Y con más de una decena de coches abandonados. Con todo ello conviven a diario, y en plena temporada turística, los vecinos de Cala de Bou, de acuerdo con su relato. «Esto es invivible», afirma David Valera, uno de ellos, quien asegura que la situación es la protagonista de las conversaciones en la zona.

«La situación va a peor», afirma Valera, que critica la «dejadez» en la zona y lamenta la imagen que se da en un lugar tan turístico. «Ibiza de abril a octubre debe ser intocable a nivel de obras», apostilla.

Gerard Felip, otro vecino, coincide con él. A su juicio, en Cala de Bou se da una paradoja: por una parte se invierte en construir hoteles «y dignificar el turismo» y, por otra, quienes llegan lo encuentran todo «sucio, hecho polvo, lleno de obras». Aunque no cree que esta situación afecte directamente a los turistas, sí critica que «es feo a nivel estético, de imagen».

Respecto a los vehículos abandonados, Felip dice que son «muchísimos». «Uno no tiene puerta; otro ni ruedas ni puerta del maletero; hay dos motos que parecen quemadas y de las que sólo queda el chasis», relata.

14 ó 15 coches en tres manzanas

14 ó 15 coches en tres manzanas

En este sentido, Valera sostiene que en tres manzanas ha contado «14 o 15». En la calle Murcia, de «50 metros y sin salida», asegura que hay tres, uno de ellos un Ford Ka sin la rueda delantera izquierda. «Si vas por la calle Lugo, a la altura del hotel San Marino, hay un Opel Tigra, un todoterreno y un coche largo viejo al que le han salido hasta plantas debajo»,agrega.

Según Valera, los hay con la pegatina de coche abandonado, pero en algunas ya ni siquiera se puede leer la matrícula o la fecha en que la pusieron debido el tiempo que hace. «La Policía los ve al pasar por allí y no los han quitado», se queja Felip, quien, como Valera, apunta que la presencia de estos vehículos resta plazas de aparcamiento en la zona, donde ahora hay cada vez más coches.

A todo esto se suman las obras, que provocan numerosos atascos. «Para llegar a casa los vecinos tienen que dar una vuelta diferente cada día», afirma Felip en referencia a los accesos que van abriendo y cerrando en función de los trabajos. «Las avenidas de Sant Agustí y es Caló son cada día una odisea nueva», apostilla.

«A quien viene de turismo igual no le importa estar parado en una cola una hora, pero los residentes tenemos que ir a trabajar, volver a comer, salir de nuevo, y es invivible», insiste Valera.

Este vecino no entiende por qué abren tantas veces algunas calles, como la avenida de Sant Agustí. «El tramo donde empieza la avenida hasta la rotonda del hotel Bergantín se ha cortado, sólo este año, al menos tres o cuatro veces», afirma y agrega que lleva viviendo en Cala de Bou desde 2013 y que esta vía «todos los años se abre».

Valera se refiere también a la acera del inicio de la avenida que, dijo, se arregló hace unos años y se ha vuelto a levantar por efecto de las raíces de los árboles.

Tanto él como Felip también critican el abandono de material o maquinaria de obra cuando finalizan los trabajos. «Acaban la obra y dejan restos como conos, material. Hasta una pala excavadora estuvo semanas un aparcamiento», subraya.