Paredes payesas. Austeras, a menudo invisibles pese a tenerlas ahí delante. Son el testimonio de la integración de la actividad humana en el paisaje, del uso de la piedra para ordenar y modelar el campo. Las hay bajas, de apenas dos palmos de altura para delimitar un terreno, pero también abundan las que sobrepasan la altura de una persona, a manera de pequeñas murallas que sirven para contener la tierra que tienen detrás. Y las hay también más ‘señoriales’: con la parte superior redondeada o apiramidada y pintada de blanco. Están en los campos de secano, entre almendros e higueras, pero también forman escalones en las pendientes de las montañas para crear bancales donde cultivar. Gracias a estas paredes se pueden convertir montañas en tierras de labor. No faltan tampoco junto a los caminos, cerca de las casas y, en realidad, en cualquier parte de las Pitiusas.

La pared payesa no es un bien exclusivo, ni mucho menos de Ibiza y Formentera, pero las Pitiusas forman parte de una iniciativa internacional para preservar el conjunto de conocimientos relativos a la construcción de estos elementos rurales. Por ello, el Consell de Eivissa va a declarar Bien de Interés Cultural (BIC) de carácter inmaterial dichos conocimientos, de modo que se pongan a salvo las técnicas de construcción y toda una cultura ancestral que está al borde de la desaparición, pues cada vez son menos las personas que construyen paredes payesas y optan por lo fácil y lo rápido: un muro de bloques de hormigón. El objetivo último de esta campaña internacional es declarar las paredes de piedra seca como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

¿Cómo se hace?

¿Cómo se hace?¿Cómo se hace una pared payesa? «No se trata de poner una piedra sobre otra y ya está, sino que cada piedra nueva que pones ha de pisar las dos de abajo, igual que se hace para poner bloques. No hay que formar columnas, sino que hay que romper las juntas», explica Vicent Marí, Palermet, mientras participa en la reconstrucción de una pared semiderruida en Cala d’Hort junto a un grupo de cuatro compañeros más.

Mientras uno de ellos va aportando cestos llenos de piedras menudas para el interior, otro va tallando las piezas más grandes para darles la forma adecuada y que encajen bien en el conjunto. Unos cordeles tensados horizontalmente delimitan por dónde discurrirá la nueva pared.

Aunque no se trata de una técnica difícil, sí exige observar una serie de precauciones para conseguir que el muro sea lo más resistente posible y cumpla bien su función. «Las paredes se empiezan sobre la roca si ésta aflora a la superficie y, si no, excavando un poco de cimiento. Se usaban las piedras más grandes para la base de la pared y las piedras de mejor calidad y mayor tamaño se ponían en la cara o las caras de la pared. En medio se rellenaba de reble (piedras pequeñas). La parte superior se solía acabar con un enlosado o bien con piedras de mayor tamaño». Así resume el expediente del Consell el esquema general de la construcción, si bien hay numerosas variantes en el mismo, en función de quién y para qué se construye la pared.

Palermet confirma que «el capdamunt (la parte superior) acaba con una hilera de piedras en forma de losa, colocadas de forma horizontal o bien inclinadas. En Mallorca, en cambio, acaban las paredes con las piedras puestas verticalmente», afirma.

En cuanto a las piedras del resto de la pared, las que constituyen su lienzo principal, pueden colocarse también de diferentes modos que reciben su propia denominación: paredat de pla cuando las piedras están colocadas horizontalmente, paredat de punta cuando se colocan de forma inclinada u oblicua y, finalmente, pinyol de magrana cuando las piedras tienen más o menos la misma altura que anchura.

A menudo, cerca de los pueblos, delimitando caminos, en es Pla de Vila, junto a casas payesas o iglesias, se observan paredes payesas más refinadas. Al contrario de lo que es norma general, han sido revestidas con mezcla de mortero para enlucirlas y su parte superior termina de forma redondeada (esquena d’ase) o bien a doble vertiente. Y en esos casos, esa parte extra está encalada. Salvo en esas situaciones se usa mortero para unir las piedras (si bien no como elemento fundamental), pues una de las características básicas de las paredes payesas pitiusas es la total ausencia de cualquier elemento para unir las piedras.

Tipos de piedras

Tipos de piedrasPor lo general, en Ibiza y Formentera las piedras usadas pertenecen a la llamada pedra morta, es decir, esa variante de caliza más terrosa que su pariente la pedra viva, más dura, pesada y resistente. Se usan ambas. «La gente utilizaba la piedra que tenían a mano en el lugar; si era una finca con piedra viva, las paredes se hacían de pedra viva, y si predominaba la pedra morta, pues se usaba esa piedra», señala Vicent Marí, quien recuerda que «en realidad, el nombre correcto de estos muros no es el de paret, sino el de solana». En Mallorca se denominan marges.

Una de las cosas que puede llamar la atención es el gran número de paredes existentes en el campo que, aparentemente, no tienen una función específica. El porqué de tanta pared la ofrece una vez más Palermet, joven enciclopedia viviente del mundo rural pitiuso: «La primera función es almacenar la piedra que sale de despedregar el campo. Ya dicen que «per amagar pedra, fer paret». Si tienes un montón de piedra espectacular, te pones a hacer pared y el montón desaparece, mientras que la pared casi ni la ves».

Un segundo cometido, más obvio, es la construcción de bancales (feixes) en los terrenos en pendiente. «De este modo, se sujeta la tierra en las faldas de la montaña, porque si, no, cuando llueve se iría cuesta abajo», explica. Vicent Marí aún apunta una tercera función: la de prestigio social: «El que solanava bien una rota (un terreno) adquiría un cierto estatus entre sus vecinos. Era un indicador del dinero que se había gastado y el tiempo que se había invertido en esa obra. Además, una pared se puede construir bien o se puede construir mal, y si estaba bien realizada, la gente lo apreciaba».

Y es que «no es lo mismo poner piedras una encima de otra que hacer pared», advierte. «Hay mucho falsificador por ahí», señala Marí, quien cita el caso de una persona que había pedido una subvención al Consell para construir una solana y, cuando ya estuvo hecha e iba a ir un funcionario para certificar el final de la obra, «esta persona llamó al Consell para decirles que no enviaran a nadie, porque la pared se acababa de derrumbar».

Una tradición que se va perdiendo

Una tradición que se va perdiendoTradicionalmente, no había picapedreros especializados en este tipo de obras; las hacía cualquier payés en pequeños grupos. Sin embargo, ahora no abundan quienes sepan hacer paredes bien hechas, entre otras cosas porque la demanda ha bajado notablemente. «Es una cosa que sale un poco cara, pues en muy poco espacio se oculta una gran cantidad de trabajo», señala Palermet. El Consell otorga subvenciones para este tipo de construcciones, «pero me comentaban que hay gente que, una vez que la ha conseguido, las tiene que rechazar porque no encuentra a nadie que le haga la pared». El trabajo para quienes se dedican a esto se cobra a unos 100 o 150 euros el metro cuadrado, «pero siempre depende de si el material está ya en la finca o hay que traerla de otro sitio, si la piedra se ha de trabajar mucho o no, si sólo es un remoll (derrumbe) y se vuelve a reponer con las mismas piedras...», matiza.

Derrumbe de las paredes

Derrumbe de las paredesLas paredes no son eternas. Tarde o temprano, caen, remollen. Aunque las hay en la isla que son más que centenarias, aquellas que sirven para contener la tierra por su parte posterior acaban cediendo al empuje de esa masa. «Al construirla, le haces un repeu, es decir, una cierta inclinación para que de abajo salga más que de arriba. Pero, con el tiempo, la fuerza de la tierra la va enderezando hata que terminar por caer. Entonces se forma un esportell (una brecha) que hay que reparar».

El Consell considera que «es la Administración pública la que ha de velar por la correcta protección, que en el caso de bienes inmateriales pasa obligatoriamente por el fomento y la difusión del conocimiento u oficio», afirma el expediente que se está tramitando. Para ello, «habrá que establecer medidas de ayuda a la pervivencia de la técnica y medidas para la enseñanza de las generaciones más jóvenes». El Consell considera que «se trata de subvencionar y promocionar los usos tradicionales, ofreciendo desde la Administración facilidades y promover medidas de promoción que contribuyen a luchar contra la desaparición de este procedimiento tradicional».

«De nada sirve proteger un bien si no se sabe cómo funciona o cómo se construye», afirma Palermet, que recuerda el caso del Molí de la Mola, en Formentera, cuyo funcionamiento y mecánica cayó en el olvido después de que falleciera el hombre que durante años se había ocupado de ello en solitario. El objetivo es que no suceda lo mismo con la cultura de la piedra seca.