Los medicamentos de alto riesgo no se encuentran solo en los centros hospitalarios ni se dispensan únicamente cuando el paciente está allí ingresado. Al contrario, los hay que son muy habituales y algunos incluso los utilizan los propios enfermos en sus hogares. «No hablamos de medicamentos extraños», dice la farmacéutica del área de Salud de las Pitiüses Marga Prats.

Uno de ellos es la insulina, pero no el único. También «el sintrom, los opiáceos, los mórficos -hay personas que por dolor se aplican parches de fentanilo- u otros medicamentos para el azúcar, aparte de la insulina» están considerados medicamentos de alto riesgo, apunta Prats, quien también es miembro referente de la Unidad de Seguridad del Paciente (USP).

Un fallo en su administración puede provocar «un efecto adverso», que el paciente deba acudir al hospital «con un problema de salud». Por ejemplo, un mal uso o una dosis incorrecta de insulina puede generar una hipoglucemia, y de un anticoagulante, una hemorragia. «Si estás tomando un antibiótico que te interacciona con el sintrom puedes sufrir un sangrado», subraya Prats.

Por todo ello, hace hincapié en la necesidad de educar al paciente y a sus familiares, en el caso de que sea dependiente, para evitar errores en la medicación, para que se impliquen en sus tratamientos, tanto si toman medicamentos de alto riesgo -sobre los que ya trabajan con pacientes crónicos- como si no. «Les insistimos mucho en que si detectan que hay un medicamento que no les cuadra, pregunten», comenta y agrega que intentan «que no se vayan a casa con dudas».