Una apuesta entre jóvenes en una noche de fiesta acabó con una pelea multitudinaria y con un joven en coma que estuvo a punto de morir. Dos testigos corroboraron ayer que la trifulca a la puerta de un local de copas de la avenida del Doctor Fleming de Sant Antoni el 29 de julio de 2012 a las cuatro de la madrugada empezó por una bravuconada. Los abogados del agresor, Dean N, natural de Chertsey (una localidad cercana a Londres), de 28 años, y del agredido, Andrea Nardi, italiano de 22 años, comenzaron ayer una negociación para buscar un acuerdo económico que satisfaga a las dos partes.

Nardi, natural de la pequeña localidad de Nepi, próxima a Roma, ha quedado inválido. No puede trabajar ni conducir y tiene una gran cicatriz en la cabeza, donde le aplicaron 36 puntos de sutura. Ayer se desplazó a Ibiza, donde fue sometido a un examen médico. Daniele Mundula, su abogado, espera el resultado del informe forense para solicitar una indemnización, que podría rondar el millón de euros.

Carolina García, letrada que representa a Dean N., explicó que su cliente está dispuesto a pagar pero que la petición es desmesurada. Según la profesional, en España las máximas indemnizaciones rondan los 100.000 euros cuando el resultado es de muerte o de coma vegetativo.

En lo que coinciden los dos letrados es en que el propietario del local en el que trabajaba Dean N. cambió ayer su declaración, respecto a la efectuada el 14 de febrero, para tratar de eludir su responsabilidad económica. El primer día explicó que el joven británico estaba trabajando como relaciones públicas cuando se produjo la agresión. Sin embargo, ayer se desdijo, según los abogados, ya que apuntó que su horario era de diez de la noche a dos de la madrugada, por lo que a las cuatro, cuando se produjo la agresión, estaba en el local, pero de fiesta, no trabajando, según su versión.

Andrea Nardi había llegado a la isla de vacaciones desde Italia con otros diez amigos. Según explicaron dos de ellos ayer en el Juzgado de Instrucción 1 de Ibiza, encargado de la causa, cuando se encontraban en el paseo marítimo de Sant Antoni escucharon a un británico hablar con un compatriota, con el que apostó que iba a pegar a un italiano.

Cabezazo a un amigo de Nardi

Efectivamente, el inglés se dirigió a uno de ellos y le propinó un cabezazo sin mediar palabra, según comentó el propio agredido en el juzgado. El agresor salió corriendo y se refugió en el bar de copas en el que también se encontraba Dean N., uno de los relaciones públicas del establecimiento.

Los italianos persiguieron a los ingleses y se produjo una pelea multitudinaria en la calle. El 14 de febrero Dean N. explicó desde la prisión de Madrid en la que está recluido que Nardi fue a pegarle por lo que se defendió y le propinó un puñetazo. El italiano cayó al suelo y quedó inconsciente. Su amigos, en medio del griterío, le llevaron en una silla de ruedas hasta una clínica cercana. Fue derivado a Can Misses y después a la Policlínica del Rosario. Estuvo once días en la UCI en coma inducido y los médicos llegaron a temer por su vida. Le tuvieron que extirpar un trozo de cerebro.

Sus padres decidieron trasladarlo a Italia en un avión medicalizado y continuó su recuperación en un hospital transalpino. Hasta ayer no se encontró en condiciones de regresar a la isla, donde fue sometido a un exhaustivo examen médico.

La fase de instrucción del caso continuará ahora con más testimonios. Por el momento, no hay escrito de acusación del Ministerio Fiscal. La abogada de Dean N., Carolina García, calificó ayer como un «error» que la juez sustituta que comenzó la instrucción hablase de un homicidio en grado de tentativa. Un «error» subsanado ayer por la juez titular, según la letrada, que ya no habló de homicidio, sino de un posible delito de lesiones.

Ha reconocido la agresión

«No hubo animus necandi. En un puñetazo jamás existe intención de matar», apuntó la abogada, que recuerda que su cliente ha reconocido la agresión. Dependiendo de cómo se califiquen las lesiones, la petición de condena será mayor o menor. «La intención es llegar a un acuerdo, sobre todo en lo económico», concluyó García. El otro abogado se pronunció en el mismo sentido.

Después de la trifulca, el personal de seguridad del bar introdujo a Dean N. en el interior, le cambiaron la camiseta para que no se le viesen los tatuajes que le delataban, le pusieron una gorra y le dijeron que se fuese, según la versión facilitada por García. El inglés se refugió en casa de un amigo, donde recibió una llamada de los propietarios para comunicarle que estaba despedido. Después, huyó a su país. «Fue un error», reconoció ayer su abogada.

En febrero de este año Dean N. fue detenido por la Policía británica. Una vez extraditado a España ingresó en prisión provisional, sin fianza.