—¿Por qué de todas las especialidades médicas optó por la Pediatría?

—Me hice pediatra porque pensé que si tenía que hacer un esfuerzo y trabajar para alguien, me interesaba que tuviera unas posibilidades de vida muy largas. Hacer un esfuerzo para alguien que va a vivir 80 años no es lo mismo, con todo el respeto, que para alguien que ya tiene 80 años.

—¿Cómo está la pediatría en la isla?

—Igual que en toda España, no quiero transmitir la idea de que aquí está peor porque no es verdad. En Can Misses somos un grupo de profesionales con una formación adecuada. Se están haciendo las cosas y estamos manejando a los niños bastante bien. El problema que tenemos en los centros de salud es que se ha estructurado la pediatría pensado en que fueran los pediatras los que llevasen a los niños y nos encontramos con que no hay pediatras para cumplir este plan que se hizo hace años.

—¿Tener pediatras en todos los centros de salud es un objetivo?

—El objetivo es que el cuidado de nuestros niños sea el mejor posible. Que lo haga un pediatra o un médico de familia con una formación adecuada es lo que tenemos que decidir.

—Se han creado subespecialidades en pediatría. ¿Cómo funcionan?

—Somos siete pediatras y tenemos casi todas las subespecialidades. Mi intención es cubrirlas con gente con formación específica. Por ejemplo, yo me hago cargo de los casos de endocrinología, otro de cardiología, otro de neurología, dos de respiratorio y alergia y uno de neonatos. Pero hay algunas cosas de las que no tenemos especialistas y las cubrimos entre todos. Intento hacerme cargo de los niños celíacos de forma que siempre los lleve la misma persona para que coja más familiaridad con la enfermedad y pueda solucionar más problemas.

—¿De qué especialidades hacen falta pediatras?

—Me gustaría tener un pediatra que se hiciera cargo de digestivo y un nefrólogo. Ibiza no tiene suficiente población para que estas dos subespecialidades den trabajo todos los días. Los necesitas pero si no hay un volumen suficiente de enfermos, tienen que hacer otras cosas. Yo, por ejemplo, aunque lleve endocrino hago pediatría general. Esto no es como un gran hospital, en el que la población de referencia son 300.000 personas y tienes un especialista trabajando todo el día. No puedes tener un gran especialista en un lugar en el que no tienes el volumen suficiente de enfermos. Lo que hace bueno a un médico es ver muchos enfermos.

—Cuando los padres traen a los niños al hospital suelen estar nerviosos, ¿cuánto hay de médico y cuánto de psicólogo en un pediatra?

—Hay mucho de psicólogo. Muchas veces los padres llegan muy asustados por una cosa banal y todo tu trabajo se centra en tranquilizarle. Y al revés, hay padres muy relajados con niños muy graves. Un volumen muy importante de nuestras consultas es tranquilizar a los padres. En Ibiza tenemos una población muy mezclada y eso te obliga a cambiar de chip constantemente. Hay inmigrantes de culturas muy diferentes, europeos, ibicencos de toda la vida… Cómo reaccionan ante una enfermedad varía mucho y es un desafío añadido.

—Vaya, que tiene medio minuto para saber cómo encarar un caso.

—La clave para hacer una buena medicina es que desde que entran por la puerta a cuando se sientan tengas etiquetado cómo te tienes que dirigir a ellos. Si lo haces así, estás salvado. Si de entrada no lo enfocas bien, tienes problemas, lo has perdido.

—¿Qué hay que hacer para que los médicos quieran venir a Ibiza?

—Ibiza se vende bastante mal. Tenemos una isla fantástica, hoy en día no es complicado ni caro salir y estás en un sitio con una calidad de vida muy buena. Eso no se está explotando. Hay que ofrecer la posibilidad de criar a la familia en un lugar como Ibiza. Uno de los problemas es la educación. Cuando vine con mis hijas, una de las cosas que más me costó fue buscar escuelas, por el catalán. Un buen profesional que venga para dos años si tiene niños, ¿dónde los escolariza? Para dos años te da igual aprender catalán. Mi hija de 16 años está en Bachillerato, quiere estudiar Medicina y necesita una nota alta. Nació en Estados Unidos y siempre ha vivido en Madrid. Para ella, estudiar en catalán hubiera supuesto la posibilidad de bajar nota, algo que no se puede permitir. Eso tira para atrás a la gente. Para un médico es importante la educación de sus hijos.

—¿Ya ha hecho las peticiones de pediatría para el nuevo hospital?

—Tenemos que conseguir habitaciones individuales. Las necesitamos porque en Pediatría siempre tienes al niño y la familia, siempre. Necesitamos historias informatizadas para poder agilizar las cosas. Nos falta agilidad de gestión. Estamos en ello, pero eso debe ser importante en el nuevo hospital. También más consultas externas, no tenemos espacio físico y eso te obliga a pasar consultas en la zona de hospitalización.

—Para las familias que llegan para una consulta entrar en la zona de hospitalización no debe de ser un buen trago.

—No, no nos ayuda nada. Es mejor una consulta, un lugar en el que estás más relajado, tienes a los padres sentados y con la máxima intimidad. Eso en planta no es así. Incluso sin espacio necesito ver al enfermo. A alguien que está mal no le puedes decir que venga en dos meses. Espero que dentro de un año, cuando tengamos la parte de consultas externas del nuevo hospital abierta, empecemos a funcionar bastante mejor.

—¿Cómo está la lista de espera?

—Intentamos no tener. Si nos llaman del centro de salud diciendo que un niño tiene un problema específico lo vemos enseguida. Al día siguiente o al cabo de dos días. Otro caso es cuando no nos avisan y no nos enteramos. Ahí no puedes hacer nada. No hay listas de espera. No sería aceptable. Una vez que lo has visto, si es una cosa grave ya te encargas de que venga. Los que me preocupan son los que no tengo identificados. Los otros saben dónde encontrarnos.

—¿Estar aquí le permite seguir con proyectos de investigación?

—Hay que hacerlo porque es la única manera de estimular las neuronas. La investigación, para mí, es dar un paso más allá. En la medicina copio o aplico lo que está en los libros y lo que han hecho otros y la investigación me da la opción de desarrollar mis ideas. Por eso creo que no hay que despreciarla en Ibiza. Evidentemente aquí haremos un tipo de estudios diferente a lo que haríamos en Madrid, pero la idea es seguir. Es muy divertido, intelectualmente atractivo. En estos dos años no he hecho nada, sólo vivir de las rentas de lo que tenía pendiente de publicar. Ha habido que organizar muchas cosas y lo primero es la atención sanitaria. Ahora que empezamos a rodar y que el equipo está más formado creo que ya hay que hacer cosas. Las haremos.

—¿Tiene algún proyecto en mente?

—Desarrollar lo que estaba haciendo, como la prevención de la obesidad. Se habla mucho, pero no se consigue nada. Hay que trabajar en las escuelas y conseguir que los niños hagan deporte. Todo el mundo habla de la comida, pero es raro que los niños se pasen comiendo, el problema es que se pasan el día sentados.

—¿En algún momento en estos dos años ha echado de menos un hospital grande con más variedad de casos?

—Donde estaba, en Alcorcón, el equipo de pediatría lo había escogido yo. Era gente muy bien formada, que trabajaba muy bien y un nivel intelectual muy bueno. Añoro mucho a mis compañeros, el volumen de enfermos de allí. Pero una cosa es que los añore y otra qué valore que es más positivo. Mirar para atrás no sirve de nada. Tengo algún rato de melancolía, pero me voy a dar una vuelta por la playa y se me pasa rápido.

—¿Cuáles son los principales problemas que tienen niños?

—Las enfermedades son las mismas que en otros sitios. Lo que más vemos son problemas respiratorios, diarreas, fiebres. Lo que me ha sorprendido en Ibiza es que con una población relativamente pequeña vemos niños con cosas graves y raras. Te preguntas de dónde salen tantos. Es raro que pase más de un mes sin que veamos una patología que en Madrid no había visto nunca. Es posible que allí, al haber hospitales muy especializados, vayan a otros lugares. Aquí ves cosas que te obligan a consultar con otros hospitales. En ese sentido estás entretenido. Cuando un médico dice que está entretenido con un enfermo suele ser malo.

—En los centros de salud siempre hay mucha gente esperando en el pediatra. ¿Los padres van mucho al médico?

—Tienes los extremos. Gente que va mucho o que va demasiado poco. Hay gente que enseguida va al médico. Lo puedes tener en casa tranquilamente con un poco de fiebre. No pasa nada. Luego los hay que vienen cuando el niño está muy enfermo. Un problema que tenemos con las urgencias es que hay una sobrecarga por casos que no son urgencias.

—Su especialidad es endocrinología y diabetes. ¿Hay mucho trabajo?

—En Ibiza cada vez aparecen más niños con diabetes. Es una jugada porque es una enfermedad que requiere atención, tienen que hacer mucho sacrificio porque deben pincharse insulina tres veces al día y hacerse cinco o seis controles de azúcar. Es una enfermedad compleja, si no la controlas tiene complicaciones graves, pero los niños de aquí están tan bien llevados como los de cualquier otro lugar de España.

—¿Cómo se le explica a un niño que es diabético?

—Los tres últimos que han debutado tenían cinco años, quince meses y menos de un año. Es fácil explicarlo a los niños. Siempre les digo a los padres que los niños se resignarán a que les pongan la insulina a los dos días. Los padres, con suerte, sufrirán dos o tres meses hasta acostumbrarse y con mala suerte pasará un año hasta que sepan hacerse cargo de la situación. Los niños tienen una capacidad de adaptación brutal.

—¿Son menos dramáticos?

—Enseguida aceptan lo que hay. Con los adolescentes hay más problemas.

—¿Cómo se le dice a un adolescente que se acabaron las ´cocacolas´?

—Eso no lo digo nunca. Hay un concepto equivocado. El diabético hace una vida absolutamente normal, come de todo sólo que se tiene que pinchar insulina. Hay que enseñarles que si un día hacen un exceso se ponen más y si comen poco, menos. A veces deciden no pincharse. Los ingresas muy malitos y aprenden por la vía dura.

—Vaya, que además de médico y psicólogo, también profesor.

—A ratos sí, me temo.

—Dice que los niños se resignan, ¿también con enfermedades más graves?

—En casi todo tienen igual o más capacidad de adaptación que los padres. Hay que tener en cuenta que los conceptos no son iguales para los niños que para los adultos. La muerte es algo que para ellos no existe. Cuando tienes un niño terminal lo lleva de una forma muy decente. Me sorprende es la tendencia española de no decirles la verdad. En Estados Unidos estabas obligado a hacerlo. Creo que lo llevaban mejor los americanos sabiendo lo que les iba a pasar que los de aquí que estaban engañados.

—¿Ni siquiera en esos momentos se ha arrepentido de estudiar pediatría?

—Se hace muy duro, pero siempre me he resignado pensando que he hecho lo imposible para ayudarlos en ese trance tan duro. A lo mejor es un consuelo equivocado. Esos momentos te hacen sufrir, pero luego vienen diez bastante enfermos y los curas enseguida y te olvidas un poco de eso. Pero lo pasas muy mal.