Hace pocos días, el Dominical de El País dedicaba un largo artículo a las drogas y a su enorme accesibilidad en nuestra isla. Lo más triste es que lo que decía, además de doloroso y vergonzoso, es rigurosamente cierto. Nuestra isla es ya conocida en todo el mundo por su marcha sin final y su abundancia de estupefacientes, que se pueden comprar en todas las discos.

Los `poderes fácticos´ de Balears han acabado meticulosa y planificadamente con cualquier alternativa de ocio en Ibiza. Pregúntenle a cualquiera que trate de abrir o mantener un local con música en directo en verano: será denunciado, fulminado, arruinado, etc. por los todopoderosos abogados de las discotecas y salas de fiesta que impunemente incumplen las leyes cada noche (aforos, horarios, etc.).

Aholra, para mayor comodidad de los que salen colocados o drogados de una discoteca a otra, se van a construir enormes, absurdas y carísimas autopistas con ¡nuestro dinero! Me imagino que los eslogans de promoción turística de Ibiza podrán ser: «Baile, colóquese y luego conduzca sin riesgos por nuestras autopistas de seis carriles».

El endeudamiento por unos 25 años de nuestra autonomía para pagar las obras va a impedir cualquier inversión futura en actividades culturales o en lavar un poco la imagen pública de Ibiza, que desde luego beneficia sólo a unos pocos: los traficantes, los propietarios de discotecas y también a los hoteles de todo incluido.

Este verano la revista promocional de Pachá, además de fotos de chicas y bailongo, incluía una maravillosa entrevista con Stella Matutes y (no salgo de mi asombro) ¡un artículo sobre el nuevo obispo de Ibiza! Las alianzas están claras: PP-iglesia católica-discotecas-dinero.