Hablo del discurso político secundario, esa amalgama transversal de reacciones airadas, ruedas de ocasión, respuestas indignadas, mensajes en redes, tuits, etcétera, que coinciden en una retórica degradada y envilecida, en la que media verdad reluce como mirlo blanco entre embustes, retorsiones, banalidades e insultos. No vale echar toda la culpa al político, pues si ese pescado podrido se ha acabado imponiendo en el mercado es porque funciona, o sea, porque mucha gente lo compra, lo aplaude, lo replica y al final lo vota. La cultura del reality basado en lo peor de cada casa habrá influido, el altavoz de las redes y su anonimato también, el columnismo de trinchera igual, tampoco será ajena la caída de «la verdad» en la bolsa de valores política, mediática y moral, pero, ¿no habrá, como reacción, un grupo transversal de políticos/as que se conjuren para empezar a sanear el basurero?