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Cuando Contador se me escapó

Cuatro titanes participaron en la Vuelta Cicloturista. Me lo repito desde el viernes porque cuesta creerlo. Indurain, Contador, Valverde y Pereiro pedaleando por Eivissa. Es para pellizcarse. Me inicié en el ciclismo cuando se veía en la tele en blanco y negro (en un resumen nocturno) y Ocaña disputó a Merckx la vuelta a Francia en la que el conquense se dejó los piños al bajar el Col de Mente. El belga se negó aquel día a vestir el maillot amarillo. Dicen que lloró. No quería ser líder de esa manera. Sueño, lo juro, recurrentemente que corro el Tour, y confieso que me hubiera encantado estar presente el día en que Coppi y Bartali se pasaron un bidón durante una ascensión para averiguar quién lo cedió a quién, que es uno de los misterios del ciclismo. Pero me conformo con lo que me pasó este fin de semana: me crucé con Valverde (para mí, un héroe por cómo se recuperó de una grave caída) ¡y me saludó!; y Contador me pasó como una exhalación en el Camí de sa Vorera no sin antes ¡saludarme! Intenté (spoiler: no pude) alcanzar al de Pinto para decirle que para mí es el mejor de todos los tiempos y que odio a la vaca que provocó que le quitaran un Tour y un Giro tras detectarle 50 picogramos (una miseria) de clembuterol. Pero se me escapó.

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