El concepto político «pertinaz sequía» fue acuñado por Franco, que la invocaba a cada poco, como dejando claro que era una costumbre climática de España y él no tenía la culpa. Si se pasó la vida inaugurando pantanos –buena herencia, en todo caso– fue por lo mismo, pues eran tiempos de hambre y de poca electricidad. Franco sabía que no iban a echarlo de El Pardo por haber matado a tanta gente en la posguerra (al revés, los muertos muertos están) pero que si se juntaban hambruna y apagón podían echarlo los suyos. Las procesiones y rogativas que esos mismos suyos montaban por toda España eran en el fondo un modo de echar la culpa al cielo. Ahora vuelven a España la pertinaz sequía, con la subida de los alimentos, y el terrible recibo de la luz. La oposición agita el asunto, como si también fuera cosa de Sánchez, sabiendo que este, por falta de fe, no puede organizar rogativas.