Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Daniel Martín

El púlpito

Daniel Martín

Vida

Qué es la vida? Podríamos considerarla como el simple hecho biológico que compartimos con todos los seres vivos. Vida, hecha operaciones vitales que son necesarias para el desarrollo, sostenimiento, promoción y subsistencia. Vida que se alimenta, late, respira y avanza. Envejece. Languidece. Fallece. Vida material. Vida en contraposición a muerte o algo inerte. Pero esta vida nuestra resulta que tiene algo de extraordinario. No solo funcionamos con las funciones propias de los seres vivos sino que además, sorpresa, tenemos la capacidad de sabernos vivos. Es decir, tenemos la capacidad de reflexionar sobre el propio hecho de la vida. Tenemos el gran regalo de la razón. Esta razón se descubre a sí misma desde el asombro innato por lo inmediato cuando somos niños y señalamos al cielo con la boca abierta o cuando le preguntamos a nuestros mayores ¿por qué? Esta razón se va desplegando y aprovechando de los recursos de ciencias auxiliares que nos hacen ir descubriéndonos en un engranaje casi perfecto que nos lanza hacia un misterio propio. La propia razón, bien vivida, se nos antoja un instrumento único e irrepetible en nuestra especie que nos da la capacidad de objetivar lo real, nominar lo que acontece y reelaborarlo todo una y otra vez para indagar aún más. Pero, en este camino de vida razonada, aún descubrimos algo más. Algo que nos habla por sus efectos, algo que nos habla desde lo que provoca: el amor, la libertad, las convicciones, los sentimientos, la voluntad…

Algunos filósofos modernos lo han llamado mente. Los filósofos de todos los tiempos lo han llamado alma. Un alma, que por ser humana, es un alma racional. Una vida ‘animada’ con una belleza profunda en lo que despliega de su propio conocimiento y en sus propios deseos y sueños, sentimientos que se nos lanzan a lo eterno. Vaya, qué vida tan preciosa ¿verdad? Esta vida está llamada a lo eterno. En lo eterno se nos refleja algo que nos puede iluminar mejor lo temporal. Como si un espejo de los que aumentan la realidad para poder vernos mejor un forúnculo, o una lupa, toque de atención para comprender mejor lo escrito, es decir, la realidad. Lo eterno sumerge la vida en una cosmovisión más plenificante y por ello llena de muchos más sentidos. Más ricos. Más plenos. Más vivos. Y quizás por ello, el hecho religioso no nos hace más incultos, más ineptos, más supersticiosos o llenos de miedos. Quizás el hecho religioso nos aporta y nos descubre una vida más rica y por lo tanto más deseada de ser vivida. Y quizás, el hecho religioso, nótese que no solo hablo del cristianismo, nos empuja para soñar una vida humana desde unos valores más eternos que los solo nuestros y por lo tanto, más humanos. Unos valores en los que nos descubramos amados, hermanos, perfectos. No en la perfección moral de buenos o malos. Ni en la de la belleza de guapos o feos. En la perfección de una vida que al ser humana se nos muestra eterna. O al menos con ese intento de querer apoyarnos en ello para mostrar al propio hombre su propio sueño.

Daniel Martín | Sacerdote

Compartir el artículo

stats