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Abolir la prostitución

Un trabajo en el que no puedes atender a tu padre, no es un trabajo, como recuerda la cómica feminista Patricia Sornosa. La prostitución es una vulneración de los derechos humanos y por tanto no se puede regular. Porque ¿cómo puede regular un Estado de derecho la vulneración sistemática de los derechos humanos de mujeres? La prostitución es otra manifestación más de la violencia machista consustancial al patriarcado, y está tan normalizada que escuchamos o pronunciamos barbaridades como «que cada uno haga con su cuerpo lo que quiera». La frase más correcta sería en todo caso «que cada uno haga con el cuerpo de otra lo que quiera». Pensar así es fácil cuando deshumanizas a esas mujeres, las consideras absolutamente ajenas a ti, tanto, que crees que están en situación de prostitución porque quieren o «ganan mucho dinero». Lo que no quieres para tu hija, para tu hermana o para la mujer que amas, no puedes admitirlo para otras mujeres como algo aceptable. No hay otro camino que el abolicionismo, pero para ello es fundamental dar ayudas y alternativas a las mujeres y regularizar la situación legal de las extranjeras. Y, por supuesto, criminalizar a los puteros como cómplices necesarios de los proxenetas.

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