La gratuidad de los autobuses de Ibiza y Formentera para quien compre abonos multiviajes (en la segunda isla solo para los residentes) es una buena noticia, pero para que sea eficaz de verdad debe ir acompañada de una sensible mejora en el servicio, muy deficiente en las Pitiusas. El Consell de Ibiza espera un incremento del 30% de los usuarios gracias a esta medida del Gobierno central (cuyo alcance ha ampliado la institución insular con fondos propios) para potenciar el uso del transporte público, reducir el consumo de combustible y paliar el impacto de la crisis y la inflación galopante sobre la maltrecha economía de los ciudadanos. Esta incremento estimado del 30% supone 6.500 pasajeros más, lo que obliga a planificar un sensible aumento del número de autobuses, pues la actual flota ya es insuficiente incluso para atender la demanda actual.

La situación de las líneas de autobuses en la isla es lamentable, lo que tiene un efecto disuasorio -solo se desplaza en bus quien no tiene más remedio- que al mismo tiempo provoca un aumento del uso del coche o moto privados. Si no hay frecuencias suficientes ni garantías de que el autobús pase a su hora, de que pare en la parada, de que llegue cuando debería a su destino... quienes pueden evitar el bus para desplazarse, lo evitan. Las quejas de los usuarios son continuas: la flota tiene autocares muy viejos que sufren continuas averías y dejan tirados a los pasajeros; en algunas líneas, hay pocos autobuses y cuando van llenos no se detienen; las frecuencias son insuficientes; a veces hace tanto calor en los vehículos que algún conductor ha tenido que parar para no desmayarse; los retrasos son continuos; en muchas paradas ni siquiera hay horarios y están a pleno sol... Los propios conductores han denunciado en este diario que la antigüedad de los vehículos provoca una preocupante falta de seguridad, y que el estrés les tiene al límite, pues son ellos los que reciben las quejas de los pasajeros.

Las deficiencias del servicio de autobús se arrastran desde hace años (en realidad, es un servicio que jamás ha funcionado bien), pero ningún equipo de gobierno, de ningún signo político, ha sido capaz de mejorarlo y de adaptarlo a las necesidades de la isla, ni cuando dependía directamente del Govern ni ahora que depende del Consell. Las concesiones actuales de autobús en Ibiza se dieron en 1996 con unos requisitos mínimos (únicamente se pedían a las empresas unos trayectos diarios y un número determinado de vehículos), que hace años que quedaron absolutamente desfasados, mientras la población y el turismo se disparaban. Sin embargo, este contrato, que expiró en 2012, se prorrogó hasta 2018, y en la actualidad sus condiciones siguen vigentes. Desde que acabó el contrato han pasado por tanto diez años, un tiempo precioso que los políticos que han estado al frente del Consell han perdido, por negligencia, incapacidad o desinterés, pese a que debería haber sido una prioridad de esta institución. Un mejor servicio público de autobuses tendría efectos muy beneficiosos sobre la isla, pues reduciría la contaminación, la saturación de las carreteras (y por tanto los accidentes) y mejoraría notablemente la movilidad, en un territorio pequeño con una elevada y creciente presión humana.

El alto número de vehículos que soportan las Pitiusas en comparación con sus habitantes tiene una relación directa con las graves carencias del transporte público, que para la mayor parte de la población no es una opción útil para sus desplazamientos debido a la falta de garantías y fiabilidad. Ahora que la emergencia climática es un hecho y que es una obligación reducir las emisiones de CO2 y el consumo de combustibles, mejorar el transporte público y convertirlo en una alternativa real al vehículo privado en Ibiza y Formentera debe ser una prioridad para los consells, que son las instituciones responsables. En Ibiza ya se ha dilapidado más de una década y no podemos perder más tiempo.

DIARIO DE IBIZA