En un vídeo que publican varios medios se ve a Messi, junto a su familia y las de sus amigos Luis Suárez y Cesc Fàbregas, saliendo de un conocido chiringuito de Formentera.
Aún dentro del local varias personas se acercan al llamado astro argentino, que con paciencia y una sonrisa se deja fotografiar. Pero al salir a la playa, donde le espera una barca, hay decenas de personas de todas las edades armadas con teléfonos móviles que le graban y se graban a ellas mismas mientras Messi pasa a su lado en silencio. Recuerda un poco aquella escena de ‘Los pájaros’ en la que Tippi Hedren y Rod Taylor abandonan la casa ante la mirada de cientos de aves y sentimos un terror mudo e incalificable.
Podemos seguir el rastro del vídeo en los reels de las redes sociales, en ese mundo paralelo que a veces parece más real que el real. Kiko Veneno lo definía muy bien en una entrevista la pasada semana en estas páginas: «Hemos suplantado lo que verdaderamente importa, es decir, la vida, por todo lo que no vale nada, la apariencia y la superficialidad». Un visionario como George Orwell nunca habría podido imaginar un sistema tan perfecto de control social.