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¡Milagro!

Se acerca el verano y se anuncian los milagros. Dietas, ejercicios o pócimas que prometen prodigios sobrenaturales contrarreloj. Demasiadas promesas para acabar enfrentándonos al espejo y constatar que, de nuevo, el hechizo ha pasado de largo. Y mira que le pusimos ganas a esos consejos que aseguraban ser el secreto inconfesable de Angelina Jolie. Que igual lo de ‘inconfesable’ en un titular nos tenía que haber hecho sospechar. Demasiado misterio para apelar al ejercicio y la alimentación. ¿Tendrá algo que ver la cuenta bancaria en la silueta estilizada de Jolie?

Nos lamentamos del incremento de los trastornos alimenticios en adolescentes, advertimos de los riesgos de la sobrexposición de los más jóvenes en las redes sociales, nos rebelamos contra la tiranía de las tallas, pero, sistemáticamente, caemos en la reiteración de los mensajes. Cuerpos delgados -delgadísimos- y rostros eternamente jóvenes son señalados como modelos a seguir. Cuerpos, en la gran mayoría de los casos, que son inimitables a no ser que se disponga de tiempo y dinero para someterse a todo tipo de tratamientos. No hay nada natural en ese modelo, tan solo una poderosa industria que se alimenta de nuestro descontento.

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