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Josep Maria Fonalleras

El bilingüismo y la falacia de Feijóo

En una de sus primeras intervenciones, Alberto Núñez Feijóo ha hablado de lengua. Ha marcado territorio en uno de los temas que generan mayor confrontación. Y ha optado por eso, por la confrontación. Ha introducido un nuevo término que es una declaración de intenciones porque contiene la exposición de contrarios. El bilingüismo que defiende Feijóo es el que él llama “cordial” y que, por tanto, implica la existencia de otro tipo de bilingüismo: el ofensivo, el que impone y obliga. La falsedad de su argumento (’ad misericordiam’, podríamos llamarlo, porque apela a las emociones, a la supuesta evidencia de una superioridad moral) viene afianzada por el ejemplo que propone. Es cordial porque «hay que conocer las lenguas con la misma intensidad» y porque «nos las enseñan con las mismas horas». Sin embargo, resulta que la imposición que él ve en Catalunya (“los políticos obligan a hablar una lengua”) es la que el artículo 3 de la Constitución establece como norma para todo el Estado. Eso sí es imponer. Lo contrario de cordial no es violento, sino efectivo. Solo hay que observar dónde está hoy el gallego, exangüe, en el paraíso de las buenas intenciones cordiales, después de años de cordialidad regional.

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