Uno de los elementos más típicos de nuestro paisaje rural es el de los montículos de escombreras y restos de obras depositadas irregularmente en los márgenes de los caminos o en los claros del bosque. Algunos llevan tanto tiempo ahí que la vegetación los ha cubierto y parecen elevaciones naturales. No hay que despreciarlos. Dentro de diez mil años, nuestras ciudades estarán reducidas a escombros y los arqueólogos del futuro conocerán nuestra civilización gracias a las escombreras. De hecho, todo lo que sabemos de nuestros primeros antepasados procede de la basura que nos dejaron. Cuando algún día se haga el Museo de Cultura Popular Contemporánea de Ibiza, dos montañas de restos de obra deberán colocarse junto a la entrada a modo de pilares totémicos. En su interior también se admirarán los ejemplos más característicos del estilo rural contemporáneo: los somieres a modo de puerta de corral o la bañera vieja reciclada en abrevadero para animales. También se debería incluir la balaustrada, ese elemento que imita un estilo palaciego y que puede parecer un aborto arquitectónico ajeno a nuestra casa tradicional, pero que opera como símbolo de estatus social. Si sigo trabajando en esta casa me gustará cubrir la inauguración de esta expo: ‘El somier y la bañera, una aproximación’.
