Diario de Ibiza

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Fernando de lama

Las cicatrices de Kiev

Busco y (de momento) no encuentro mis recuerdos entre las imágenes que nos sirven los medios de comunicación de la destrucción de Kiev. La catedral de Santa Sofía con sus cúpulas bizantinas doradas y verdes o los recovecos del Monasterio de las Cuevas, en la orilla del ancho Dniéper. Pero también el memorial del holodomor, la hambruna provocada por Stalin que mató a cuatro millones de ucranianos; el hieratismo soviético de la gigantesca estatua de la Madre Patria, recuerdo del triunfo sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial a costa del sacrificio de una generación, o el fantasma de la cercana central nuclear de Chernóbil, monumento silencioso y eterno a la fragilidad del hombre. Las cicatrices de una ciudad, de un país, que ha sufrido hasta lo inconcebible en el último siglo. Sí veo en los diarios y en la televisión edificios y suburbios arrasados por las bombas, cascarones con las fachadas humeantes de lo que hasta hace poco eran los hogares de miles de personas, que amenazan con incluir a Kiev en la larga lista de ciudades patrimonio de la estupidez humana, como Grozni, Sarajevo, Beirut, Bagdad, Mogadiscio, Dresde, Stalingrado-Volvogrado... ¿Hiroshima?

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