Opinión | desde la marina

Con el dinero no se juega

Las entidades financieras juegan con fuego. Y se van a quemar. Hacen oídos sordos a las necesidades de su clientela y van exclusivamente a lo suyo, conseguir una buena cuenta de resultados que, por cierto, les sigue dando beneficios mil-millonarios. Da la impresión de que los bancos han perdido el norte y van a bandazos. Después de un tiempo –reciente, por cierto- en que colocaban una oficina cada 50 metros en unos planes de expansión aberrantes por desmesurados, ahora, en dirección contraria, cierran oficinas a destajo, dejan a pequeñas poblaciones sin servicio, establecen horarios restrictivos y casi nos obligan a hacer una instancia para conseguir una visita, como decimos ahora, ‘presencial’. La deshumanización de sus servicios pisa la línea roja y el mosqueo del personal sube de tono.

Cuando la calidad de los servicios, en cualquier ámbito, exige sobre todo escuchar al cliente y una mayor personalización, las entidades financieras apuestan por una banca mecanizada y deshumanizada, en la que el empleado es cada vez menos necesario. Por razones obvias. El robot no tiene nómina ni paga a la Seguridad Social, no enferma, no se queja, no hace vacaciones y trabaja las 24 horas.

A las oficinas les basta tener una azafata en la entrada que nos veta el paso y hace que nos sintamos tontos de remate cuando, muy amablemente, nos manda al cajero –yo interpreto que a freír espárragos-, o nos dice que la operación podemos hacerla on line, por internet, desde nuestro ordenador. En la oficina no quieren ni vernos. Y uno se pregunta si es obligatorio tener ordenador. Y si no convendría meter en vereda a las entidades financieras con una ley de mínimos que regule sus servicios. Sé de quién, muy cabreado, ha decidido tener el banco sólo para pagar recibos, y el dinero, como en los tiempos de la abuela, debajo del colchón. O pateárselo con viajes y a vivir, que son dos días.

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