Diario de Ibiza

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Valles,-Rita

Algo huele a libertad en Dinamarca

Si no fuera por el mal tiempo, los cielos grises y por su gastronomía (?) no me importaría estos días vivir en Dinamarca. Siento envidia, completamente insana, de su primera ministra, Mette Frederiksen, que ha decidido levantar todas las restricciones en su país. Adiós a mascarillas en interiores, discotecas reabiertas, aforos completos... Libertad, creo recordar que se llamaba a lo que comienzan a disfrutar los daneses después de dos años muy difíciles. Mientras tanto, por estos lares, aún está vigente, aunque la mayoría no la cumple, la obligación de llevar mascarillas... al aire libre. Por favor, que alguien me encuentre a un solo experto, aparte de los que integran el comité fantasma del Gobierno, que aconseje tamaño disparate. De hecho, fue entrar en vigor la obligación y subir los contagios como la espuma con la ómicron, así que está claro que de poco ha servido esa enésima medida arbitraria que los políticos se sacan de la manga. En Dinamarca no es que el covid haya desaparecido, ni mucho menos. Están en récord de contagios, pero bajan las UCI y calculan que hasta un 40% de los hospitalizados entraron al centro por otras causas y dieron positivo una vez allí, con lo cual no pueden atribuirse al virus todos los fallecidos que aparecen en la estadística (por otra parte, Dinamarca siempre ha tenido bajas cifras de letalidad). Encima, el 60% de los daneses ya tiene puesta la dosis de refuerzo. Con estos mimbres, Frederiksen ha dicho que hay que vivir con normalidad, siempre que la cosa no se tuerza. Desde que vi ‘Borgen’ hace años, soy fan de la clase política danesa. Qué no daría por un Sanchezsen o una Armengolensen en nuestras vidas.

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