En una librería de Barcelona han decidido retirar los libros de Arturo Pérez Reverte. El motivo: un tuit del escritor en el que califica de moñas al James Bond de ‘Sin tiempo para morir’, la última película de la saga. «No queremos machistas ni homófobos en nuestra librería», han anunciado en Twitter. Ante la publicación, una no sabe si reír o llorar. Reír porque si utilizan este sesgo para vaciar sus anaqueles, se les va a quedar el negocio tiritando. Llorar porque no deja de producir un escalofrío ese ánimo de Torquemada aplicado a un espacio donde debería imperar la libertad y la amplitud de miras.
Ni reír ni llorar. Sería desperdiciar emociones por una exhibición de intenciones que, quizá, rima más con comercial que con moral. No hay nada como animar a los odiadores. Al anuncio del boicot se sumaron una legión de tuiteros que acogieron con gran alborozo la noticia. Se les había alegrado el día: un nuevo motivo para el desprecio público. Y más todavía cuando va dirigido a un adversario político. ¡Cómo triunfan las hogueras entre aquellos que se sienten superiores! Por fortuna, la ciudad está poblada de librerías con depósitos de agua para apagar el odio. Cada cual elige su fuente.
