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El divino vaciamiento unificador

Sorprende la impunidad con que se conjuga el verbo “unificar”, como si fuera garantía de la eficiencia y mejor gestión de los recursos públicos y privados. La historia de la España vacía que ahora se llora y en realidad está en muchas áreas del país, regiones y municipios, es la suma de decenas, cientos, miles de medidas de unificación y/o concentración en servicios públicos sanitarios, educativos, sociales o de cualquier tipo (incluidos cuerpos y fuerzas de seguridad), trayectos de ferrocarril, redes telemáticas, centros de trabajo, oficinas públicas y privadas. En cada movimiento de unificación algo se aleja de muchas personas. Hará falta hacerlo a veces, pero como al invocar las divinas palabras ‘unificación’, “racionalización’ y ‘eficiencia’ todo beato ameniza (o sea, dice amén), sin pedir siquiera los números de la ganancia, el genio unificador se crece y nos vacía a placer.

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