El Gobierno del Estado arrancó en marzo de 2020 con brío, pero tarde, y cuando empezó a doblegar la pandemia esta ya se había llevado docenas de miles de vidas. Al inicio del verano de 2020 el Gobierno, al perder el apoyo de la oposición, cedió la mayoría de las medidas a las autonomías. Así se fue lidiando mejor o peor la 2.ª oleada, tras la que vino la 3.ª. La gente seguía muriendo, aunque menos. En plena 4.ª oleada la victoria en Madrid de Ayuso, cuya campaña asociaba malévolamente el relajamiento a la idea de “libertad”, arruinó las cuentas electorales de los gobiernos más estrictos, en especial el de Sánchez, que optó por echarse a un lado y dejar por completo las medidas a las autonomías y sus respectivos tribunales, fiándolo todo a la vacunación. Con esta a medias y una variante más agresiva, una vez que el Estado se ha ido, puede pasar cualquier cosa, pero ya nadie será responsable.
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