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La quinta ola y los espabilados

Hace justo un año no sabíamos que sólo una semana después la cuarentena impuesta por el Reino Unido a sus ciudadanos daría al traste con la temporada y con las esperanzas de remontar la crisis. De nuevo, nos encontramos ante una situación muy complicada, con un aumento exponencial de los contagios y con empresarios y trabajadores que contienen la respiración, temerosos del giro que puedan dar los acontecimientos. Todo lo relacionado con el covid es imprevisible y se presenta rápido, muy rápido. La vacunación ha avanzado (aunque debería aumentar aún más el ritmo) y es nuestro pasaporte para capear esta quinta ola que nos está barriendo. La pandemia sigue haciendo estragos y la vacunación no es suficiente, como lo ponen de manifiesto el brote de covid que ha obligado a intervenir el geriátrico Sa Residència, con once hospitalizados, y las cifras de contagiados. La hostelería vuelve a sufrir las restricciones para frenar el coronavirus, el ocio nocturno continúa cerrado y mientras tanto, espabilados sin escrúpulos aprovechan para forrarse con fiestas ilegales que son focos de contagios, y que revientan los esfuerzos colectivos por contener la pandemia. Asistir a estas fiestas es ser cómplice de un atentado contra la salud pública. Hay que pensárselo dos veces.

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