«El sistema es como es». «El mundo no lo has inventado tú». «La vida es así». Nos decimos. Y lo repetimos tanto que nos lo creemos. Lo hacemos real. Es más fácil así. Hace algunos días hablaba con una amiga sobre la situación de los alquileres en Ibiza, que siempre ha dado y sigue dando miedo. Y vengüenza. Y me confesaba asombrada que tras incontables periplos por zulos a precio de oro todavía hay amigos que, después de haber estado en su misma situación, le comentan orgullosos que ahora que han llegado a ser verdaderos arrendatarios, de los de contrato y empadronamiento (¡todo un lujo!), replican el mismo comportamiento caciquil y piden cifras astronómicas al primero que llega a alquilarles un cuarto. Total, «están haciendo la temporada y saben lo que hay» y «a mí me lo han hecho muchas veces», argumentan. «Cuando la educación no es liberadora, el sueño de los oprimidos es ser el opresor», dijo un día el filósofo brasileño Paulo Freire. Repetimos patrones. No importa si nos tira de la sisa o nos corta la respiración. Asumimos hechos como inmutables por comodidad, cobardía o conveniencia mientras olvidamos que, como bien recordó el filósofo Antonio Escohotado en Can Ventosa la semana pasada: «El azar favorece a los valientes».
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