Diario de Ibiza

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Desde la marina

Miguel Ángel González

Ni la policía puede con ellos

A qué extremo hemos llegado? ¿Qué nos queda cuando un policía tiene que entrar en la Penya con chaleco antibalas y encapuchado por miedo a que le identifiquen y vayan a por él? ¿Estamos como en las favelas de Río? No sé de ninguna otra ciudad del país en la que la delincuencia se haya apoderado de todo un barrio y tenga atemorizada a su población. El problema es que también tiene miedo la Administración y que incluso la policía tiene encogidos los cataplines y parece que ha tirado la toalla. «La policía nos dice –comenta un vecino- que si envían un Z lo identifican, se avisan unos a otros y no se puede hacer nada, que tampoco pueden enviarnos un coche patrulla porque no disponen de unidades y que ya sabemos dónde vivimos, que nos tenemos que acostumbrar». El agente que dijo tan estúpida memez bien podría dedicarse a vender tomates y berenjenas.

Mientras, en el resto de la ciudad tratamos de pensar –y nos equivocamos- que la cosa no va con nosotros. Nos tranquilizamos pensando que mientras el problema siga acotado en la Penya, mientras no salga de la Penya, podemos dormir tranquilos. Lo cierto es que ignoramos el problema y vivimos como si la Penya no existiera. Pero aunque miremos hacia otro lado, el problema sigue ahí. Y no desaparecerá por arte de birlibirloque. Exige cirugía. Y no, por supuesto, para desplazar la delincuencia hacia otros lugares de la ciudad. Sólo cabe poner coto definitivo a la delincuencia. Puede que sea difícil, muy difícil, pero es lo que hay. No tenemos otra. Y es algo que deben afrontar, sin parches y de una vez por todas, la Administración y la policía. Y los demás no podemos ser sólo mirones. Nos queda la voz. No me importa repetirme: tenemos el derecho, la obligación y la necesidad imperiosa de salvar la Penya,como salvamos las Salinas. La Penya no puede seguir en manos de delincuentes. Es nuestra. Es parte irrenunciable de nuestra ciudad. Esto dura ya demasiado.

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