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El malo de cine que apagó el incendio

Cuando la gran crisis de la burbuja inmobiliaria impuso su fuerza y los drásticos recortes casi no evitan que España fuera intervenida, surgieron los mayores movimientos sociales de la democracia, con un poder que hizo temblar los cimientos del sistema. Podemos fue un fantástico invento para dar salida “institucional” (o, si se quiere, no-revolucionaria) a una marea de la calle que amenazaba los diques, y esa ha sido la impagable tarea de Pablo Iglesias Turrión. Su mensaje era rugiente, pues una gran ola solo se cabalga así, pero su praxis real era prudente y encajaba en el marco político. Esa labor de canalizar la fortísima energía social en los cauces clásicos de la democracia puede casi parangonarse, en patriotismo verdadero, a la de Santiago Carrillo en 1977. La miopía de casi toda la derecha española, más pendiente de si le suben dos puntos el IRPF, no le deja ver estas cosas.

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