Diario de Ibiza

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Martorell

Sexo siglo XX y sexo siglo XXI

Cómo cambia todo con el paso del tiempo! Y más aún con los cambios de siglo.

En mi infancia y adolescencia hablar de sexo era pecado. Y como no teníamos Internet no sabíamos casi nada. Entonces a los niños nos traía una cigüeña de París. Era un Amazon con plumas.

La censura era tremenda. Mucha gente se iba a Perpiñán para ver películas prohibidas en España. Y era impensable la publicación de revistas como Playboy o Interviu, con desnudos en las portadas. Incluso el anuncio de unos sostenes estaba prohibido.

En la televisión se cuidaba mucho el lenguaje. No se decían tacos. Y, entre los años 1963 y 1984, aparecían unos rombos, en el ángulo superior izquierdo de la pantalla, para regular el nivel de los contenidos. Había dos niveles: un rombo (para mayores de 14 años) y dos rombos (para mayores de 18 años). Recuerdo cómo los censores tapaban los escotes de las cantantes y actrices en programas de televisión, cubriéndolos con trozos de tela. Por ejemplo, a Sara Montiel le cubrieron el escote mientras cantaba: “Si me pega me da igual. Es natural…”, porque entonces no se penaba la violencia de género.

La tijera censora era implacable con las películas. Suprimía todos los fotogramas con escenas de sexo, cuerpos muy desvestidos o bailes desenfrenados, por considerarlos indecentes. Los labios de los actores se acercaban y ¡clic! suprimían el beso. Se hacían, incluso, cambios en los guiones al doblar las películas.

El noviazgo, de varios años de duración sin relaciones sexuales, era lo normal antes del matrimonio. Y las parejas iban a los cines, a ver películas no aptas para menores, y hacer “manitas”.

En 1975 falleció Francisco Franco y apareció en el cine español el primer desnudo integral, protagonizado por María José Cantudo, en la película ‘La trastienda’. Así comenzó el despelote, llamado Destape, término que acuñó el periodista Ángel Casas. Y las películas españolas, bastante mediocres, se llenaron de desnudos femeninos “por exigencia del guion”.

En 1977, Adolfo Suárez dio carpetazo a la censura con un Decreto Ley. ¡Bravo Adolfo!

En este siglo XXI se han producido grandes cambios. Los niños y los adolescentes tienen acceso a ver porno duro y escenas de mucha violencia en sus móviles, tabletas y ordenadores. En programas de televisión ya es normal decir: de puta madre, cabronazo, maricón, joder, etc. En todas las películas y series de televisión es obligatorio que haya, como mínimo, un polvazo a gritos y unos morreos en primer plano, entre parejas desnudas. Las escenas de amor carecen de romanticismo. Todas parecen pornografía. Y se cuelgan miles de fotos de desnudos en las redes sociales.

En un programa de televisión, de gran éxito de audiencia, encierran en una isla a un grupo de jóvenes de ambos sexos, con cuerpazos tatuados de gimnasio, para que se coman a besos y se metan mano ante las cámaras, en camas y piscinas. En esa isla hay más músculos que neuronas. Y confunden amor con encoñamiento. De ahí el dicho: “La cosa dura lo que dura dura…”.

Las presentadoras de televisión también enseñan mucha carne. En aquellos años de rígida censura se hubiesen necesitado metros de tela para cubrirlas. Ahora, la mujer puede ir medio desnuda, pero lanzarle un piropo soez es acoso. Piropear de ese modo y vestir en plan sexy, provocando el piropo, son ambas cosas reprobables. Soy anti machista.

Muy atrás quedaron aquellos años en que había que viajar a Perpiñán para ver cine sin censura. Ahora enciendes la televisión o el ordenador y ves el show sin tener que salir de casa.

Como, hoy día, los niños son como adolescentes y los adolescentes se comportan como si fuesen personas adultas, se han puesto de moda unos comportamientos muy inmaduros. Los mayores y los adolescentes nos vestimos igual. Se circula por las calles en patinete. Nos comunicamos a través de un jeroglífico de dibujitos infantiles llamados emoticonos. Y aspiramos a ser influencers colgando en las redes sociales unos bailecitos tontos TikTok, medio en pelotas, que se utilizan incluso en muchos anuncios publicitarios.

A este paso se dejarán de fabricar los chupetes. Para calmar a los bebés ya están los móviles. Y adolescentes, bailando esas mini coreografías tontitas, harán los anuncios de preservativos. La cultura, el respeto, el sentido de la estética y la buena educación, como ceder el paso o un asiento a una persona adulta, estarán mal vistos.

En el pasado se hicieron grandes errores por culpa de aquella rígida censura, pero ahora nos estamos pasando un poco. De ahí el dicho: Ni tanto ni tan calvo.

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