Los puteros siguen a lo suyo, alimentando las redes que esclavizan a mujeres para que las usen individuos sin escrúpulos, sin los que estas organizaciones criminales tendrían que dedicarse a otros delitos. Es fácil: sin demanda no hay oferta. Pero incluso en los días duros de pandemia, cuando las restricciones nos obligan a reducir al mínimo nuestras relaciones sociales, estos puteros han acudido sin pausa a los pisos de la última red desarticulada por el Cuerpo Nacional de Policía en Ibiza (gran trabajo), donde mujeres obligadas a ejercer la prostitución vivían en condiciones infrahumanas y soportaban todo tipo de escarnios y humillaciones. Los investigadores explican que la demanda de «servicios» (eufemismo para referirse a mujeres) era muy alta, y los pisos recibían clientes de forma continua. Las víctimas solo podían descansar dos horas al día y tenían que estar disponibles de forma permanente para satisfacer los deseos de esos impresentables, cómplices de los traficantes de esclavas sexuales. Ojalá alguno se plantee qué pasaría si una de esas mujeres explotadas fuera su madre, su hermana, su hija, su amiga. Porque todas son madres, hermanas, hijas, amigas. En el momento en que las vieran como seres humanos se acabaría el negocio. Y la esclavitud sexual.

@ cmartinvega