En mayo por mi cumpleaños me hice el mejor regalo, un seguro de salud privado. Pese a elogiar nuestro sistema de salud público y a nuestros profesionales, el Covid ha puesto patas arriba a los hospitales y centros de salud disparando la cola de espera y la salud no entiende de tiempos, una enfermedad no se para porque no te puedan atender. Un bebé en un vientre no deja de crecer porque llames al servicio de citas y pasen dos semanas y la matrona aún no se haya puesto en contacto contigo. La lista de espera es lo que te permites saltar cuando vas con el bolsillo por delante. Y he de decir que, pese a ello, esta semana esperé una hora para ver a una especialista en la privada, donde también he tenido que hacer cola para entrar en las consultas con el fin de evitar aglomeraciones. Todo está saturado, aunque digan que no, que hay camas, vale, pero yo no quiero una cama, quiero que a mi padre lo vea un neurólogo, que lleva meses esperando mientras toma una medicación que no sabe si le está haciendo más daño que alivio. Que no lo llame el dermatólogo cuando ya se ha curado lo que tenía. Por eso ahora me siento más protegida teniendo las dos opciones hasta que nos despidamos del dichoso Covid y todo vuelva a recolocarse o incluso mejore.

@ Veroxs