Entre comilonas, fiestas, copas y piscolabis, nuestros amados líderes estrechan cada día más el nudo en la soga que llevamos en nuestros frágiles cuellos desde que un chino cenó un estofadito de murciélago (hay que reírse con la versión oficial). Cada día comparece algún político con semblante taciturno para soltarnos una reprimenda porque lo hacemos todo mal, no como ellos, cuya primorosa labor está dejando el país y la economía hechos unos zorros, y para amenazarnos con medidas más extremas. Nos avisan ya de que vayamos despidiéndonos de pasar la Navidad con la familia porque puede que nos reconfinen. Así que nada de comer el turrón en casa, cada uno en la suya y Dios en la de nadie. Confío en que mientras estemos solos y deprimidos pasando las fiestas no tengamos que soportar imágenes de presidentas autonómicas, alcaldes o ministros de sanidad celebrando el fin de año a todo meter. Dudo que los cierres perimetrales como llaman a estos ´quiero confinar y no puedo´ sirvan para nada, a la vista de los resultados. Ahí está el ejemplo de Vila, donde el virus sigue campando y lo único que desaparece son los pequeños negocios. A ver cómo se las ingenia este año El Almendro para anunciar su turrón: «Cómetelooo en el balcóooon».