Confieso que no me gusta mucho escribir en los medios de comunicación y exponer mis ideas y pensamientos al criterio de la opinión pública, pero me veo en la necesidad de escribir estas líneas para defender nuestro ocio, un sector que tiene probada relevancia laboral, social y económica diferenciada en Ibiza y que, a pesar de ser imitado y reconocido a nivel mundial, de ser respetado y admirado fuera, también es denigrado e infravalorado en nuestra propia casa. Quiero defender lo que para unos es indefendible, por eso pido disculpas de antemano por si mis palabras causan ofensa, pues hoy día nos sobran los problemas sin buscarlos.

Lamentablemente la pandemia ha paralizado la industria turística en España, pero estoy seguro de que Ibiza volverá pronto a ser un destino líder en el Mediterráneo. Desde hace años muchos empresarios del sector son conscientes de la necesidad de trabajar para limitar el impacto negativo que un ocio sin control puede tener en la población residente. Esos mismos empresarios fueron los primeros en ser responsables y buscar el interés general. Se lo merecían nuestros trabajadores, nuestros clientes y nuestra amada Ibiza. El problema surge cuando desde el sector agachas la cabeza. Cuando callas ante acusaciones sin fundamento. Cuando meten a todos los empresarios del mundo del ocio en el mismo saco. Cuando los listos de siempre arremeten contra todo un sector. Cuando pangan justos por pecadores. Cuando de forma mezquina y lacerante se denigra el trabajo de toda una vida, el trabajo del que viven cientos de familias. Cuando esos mismos iluminados abrazan el colapso de toda una industria para construir un nuevo orden social que refleje sus ideas. Cuando critican desde el prejuicio y desde el interés particular.

Hay quienes apenas hace unos meses atrás decían que en Ibiza se vivía bien sin ocio, que la pandemia había traído algo bueno, que Ibiza no necesita turistas, que este verano teníamos suficientes. Me pregunto qué tipo de turistas había en las fiestas de Benirrás cuando nos sacaron los colores en todas las televisiones nacionales este verano.

También se habló -y se habla estos días- de que hay que aprovechar las circunstancias para cambiar nuestro modelo turístico. Genial, me apunto. Sobra decir las trabas que la Administración pone a los nuevos proyectos. No hay planificación. Lamentablemente, hoy por hoy no existe una estrategia público-privada que ampare ese cambio de modelo y tejido económico y laboral que aguante un cambio tan drástico. Tal vez, en vez de cambiar el modelo, habría que trabajar por un turismo más sostenible.

Igualmente hay voces que claman por potenciar el turismo familiar en detrimento de la oferta de ocio ¿Se acuerdan cuando en los 90 venían las familias al todo incluido y no hacían ningún tipo de gasto en la oferta complementaria? Hoy día sigue existiendo esa oferta, pero en su justa media, lo que ha dado oxígeno a una amplia variedad de sectores. Estoy de acuerdo en que hay que apoyar el turismo familiar, pero también el de naturaleza, el gastronómico, el cultural, el deportivo y, por supuesto, también la oferta de ocio. Desde estas líneas rompo una lanza por este sector. Creo que es un error negar el valor añadido que aporta al destino el ocio de calidad, al ocio innovador, al ocio que crea tendencia y consolida talento, el ocio que genera cientos de puestos de trabajo, el ocio reglado, el ocio que cumple la normativa y es indisociable a la oferta de sol y playa. En los 572 Km2 de nuestro territorio todos los tipos de oferta tienen cabida y no solo no se excluyen, sino que se complementan.

Hay que defender el ocio controlado, el ocio que trabaja para reducir molestias y favorece la convivencia. Eso es lo que tendríamos que priorizar.

El sector del ocio trabaja y se prepara de cara a la temporada del 2021. Evidentemente nuestros empresarios, como todo el sector turístico de la isla, quieren que mejoren las condiciones para poder abrir sus puertas y para ello nos preparamos, pero esta posibilidad llegará sólo cuando la situación sanitaria lo permita y, sobre todo, cuando las autoridades responsables lo indiquen. Mientras tanto, es importante no confundir a los empresarios comprometidos y serios con aquellos personajes sin escrúpulos que, en una situación de pandemia y grave riesgo de contagios, montan fiestas en casas o en locales no aptos para este tipo de eventos. Por favor, no nos metan a todos en el mismo saco. Nosotros estamos cerrados y cientos de familias sufren las actuales restricciones por el bien común.

Igualmente, de un tiempo a esta parte, los mal llamados beach clubs -que son restaurantes de playa con amenización musical- se han convertido en el enemigo número uno a batir por algunos que se creen poseedores de la verdad absoluta. La mayoría de estos locales ofrecen una excelente oferta gastronómica y un alto nivel de servicio que atrae a un público variado y de mayor nivel económico. No obstante, hay quienes los critican y repiten que son igual que las discotecas de los 80; ruido y fiestas sin control al aire libre. Quienes hacen estas afirmaciones no ha vivido en Ibiza en aquella época o priman sus intereses particulares. Quiero recordar que las discotecas que en los 80 fueron obligadas a cubrir techados estaban abiertas desde las 00:00h. hasta las 7:00h. Yo trabajaba en una, qué le voy a hacer, soy así de mayor. Normal que se cubrieran. Toda la noche a todo trapo sin limitación de ningún tipo. En cambio, los actuales restaurantes de playa finalizan la música entre las 23:00 y las 00:00h. y cuenta con limitadores de sonido. Tenemos el ejemplo de un municipio con el mayor número de locales de este tipo de toda la isla y que su Ayuntamiento ha sabido controlar, y además siguen siendo un referente mundial de primer nivel. Sin embargo, por lo que leo, hay quienes todavía abogan por limitarlos más, quieren acabar con ese tipo de oferta.

Por desgracia los números no están acompañando estos días. Empresarios y trabajadores estamos preocupados, pero no podemos olvidar que debemos ser responsables, todos y cada uno de nosotros. La salud es lo primero. Estamos en una isla para lo bueno y para lo malo. Si somos capaces de pedir responsabilidad a los vivimos aquí y a los que nos visitan, seremos capaces de salir y volver a ser un destino pujante y valorado. Es necesario exigir pruebas negativas de Covid a los turistas para poder alojarse en la isla. La gente quiere venir y estamos aquí para darle la bienvenida con la mejor de nuestras sonrisas.

No es momento de colores, tenemos que ir todos juntos. Nos jugamos el futuro y el presente de muchos. Los que tienen que dar ejemplo a veces no lo hacen y discuten por cualquier motivo. Es momento de responsabilidad, de priorizar el interés general por encima del interés particular. Lamentablemente no podemos hacer nada por los que ya no están con nosotros, solo podemos mantenerlos vivos para siempre en nuestro recuerdo, pero en cambio aún nos queda mucho por hacer por los que estamos aquí y por los que vendrán. Necesitamos aparcar ese resentimiento, ese odio innato que padecemos. Ni rojos ni azules, a mí me gustan las cosas bien hechas, da igual quien las haga, y si las hacemos todos juntos, mejor que mejor.