La mañana del uno de enero desayuné en el porche, al aire libre. Hacía fresco, pero también hacía sol, así que me abrigué y me senté con un café y unas tostadas a empezar el día con el nuevo año. Tenía ganas de conocerle en persona y me pareció buena idea un encuentro cara a cara. Sin paredes, sin techos ni ventanas. El 2020 estaba muy despierto cuando salí. Se le veía calmado, pero ya en marcha. Tranquilo, pero alegre. Me gustó. Le noté contento en su estreno.

El cielo estaba limpio, azul claro, brillante. Parecía también de estreno. En el aire fresco flotaba la calma de cuando todos aún duermen. Aquí suele estar todo tranquilo siempre, pero se percibe el movimiento en las casas lejanas, aunque no hagan ruido. Aunque no se les escuche. A esa hora de la mañana se notaba que el valle aún dormía. Desayuné despacio mirando la primera mañana del nuevo año, de la nueva década.

A medio café, me llamó la atención un pequeño petirrojo, que iba dando saltitos, por encima del muro de piedra que hay frente al porche. Lo recorrió de un lado a otro. Tan simpático, tan saltarín. Al momento apareció otro petirrojo. Éste vino volando y se posó en la rama de un almendro que hay tras el muro. Se quedó allí observando los saltitos de su amigo. Finalmente llegó un tercero y se agarró a una ramita muy fina de una de mis plantas. Parecía estar en un columpio. La rama se balanceaba arriba y abajo y a él se le veía encantado con el vaivén.

? El del almendro no le quitaba ojo y quiso también columpiarse. Fue volando para allí y al posarse en la ramita, ésta se venció con el peso de ambos. Tras una pirueta en el aire aterrizaron en el muro. El saltarín, al verlos llegar tan de golpe, voló al almendro. Los dos ahora daban saltitos y el otro les observaba desde una rama. Después de muchas idas y venidas, saltos, vuelos y acrobacias, acabaron los tres muy quietos sobre el muro, frente a mí, mirándome fijamente. Me pareció como cuando al final de una obra de teatro salen los actores al escenario para recibir un fuerte aplauso. No aplaudí por temor a asustarles, pero estuve a punto. Qué espectáculo tan bueno. Qué maravilla empezar el año así, sonriendo a tres encantadores acróbatas.

Entonces me vino a la cabeza la letra de una canción: Three little birds pitch by my doorstep singing sweet songs of melodies pure and true. Saying: this is my message to you. La canción habla de que al levantarse por la mañana, tres pajarillos le vinieron a dar un mensaje. No recordaba más de la letra, tampoco la música y menos aún el autor. Pero, ¿cuál era el mensaje? ¡Qué intriga! Repetí la estrofa una y otra vez hasta que recordé que era una canción de Bob Marley. Y por fin recordé el estribillo, que es cuando desvela el mensaje de los tres pájaritos. Dice así: Don't worry about a thing. Cause every little thing is gonna be alright. No te preocupes por nada, porque cada pequeña cosa va a estar bien.

La verdad es que me emocioné un poco. Pensé que si a Bob Marley le habían traído ese mensaje tres pajaritos, por qué no me podía pasar a mí. Ahora cada mañana cruzo los dedos y tarareo el estribillo para que el nuevo año no se olvide del mensaje que recibí.