Puede que el Gobierno, la industria y el comercio chinos no sepan cómo quitarse de encima el sistema comunista que impera en las nubes del país pero demuestran cada día que entienden a la perfección los trucos más extendidos del capitalismo. El último ejemplo es el de la inauguración en Madrid de uno más de los monumentos al consumo que proliferan por los polígonos, centros comerciales y megatiendas de los pueblos gigantescos que rodean a la capital del reino. Se trata de unos almacenes que, en un alarde de sinceridad, llevan el nombre de Alí aunque sin el complemento, quizá innecesario, de Babá. Son la extensión física de un negocio de los típicos que venden por Internet y la apertura de sus puertas se anunció con la habilidad necesaria para que se formase la cola de rigor. Hasta dos noches se pasaron los aspirantes a entrar los primeros en AliExpress, que es como se llama el invento aunque eso, en sí mismo, no es ninguna novedad. Los almacenes londinenses Harrods generan colas inmensas cada vez que van a comenzar sus rebajas desde mucho antes de que los comprase el último casisuegro de Lady Di.

Lo que sí parece liderar el nuevo hipermercado chino es el mercado de la tecnología suprema ligada al consumidor más gilipollas, ganándole la mano en ese terreno a Apple. Como internet no sólo ofrece productos en los que gastarse el dinero sino también las noticias ligadas a ellos, es posible entrar en la tienda AliExpress sin necesidad de pasar dos noches a la fresca -es un decir- esperando que abran; el acceso virtual es fácil y se puede comprobar que uno se encuentra casi en los locales de la manzana mordida por lo elegante, tecnológico y minimalista que es el ambiente; lo contrario de lo que cabría esperar de un almacén chino de esos que han heredado la fórmula del todo-a-cien aunque no sepan enmendar los inconvenientes puestos a la desaparición de la peseta y la magia del número de la centena. Todo a 0,6 no es lo mismo.

?Los primeros clientes de la tienda nueva china se muestran como cabía imaginar habida cuenta de la historia. Felices por sus cinco segundos de gloria y decepcionados porque el regalo que se prometía a los mártires de las dos noches y días de la cola no es el que les hubiese gustado. Les dieron un teléfono de ésos que Trump ha querido boicotear sin éxito alguno en vez de un monopatín eléctrico de los que están llenando las salas de espera de Urgencias de los hospitales. Qué rabia: dos días en sacos de dormir y duchándose con toallitas de papel con colonia, como aseguró de forma textual el primer afortunado, parecen un precio excesivo para un trasto de esos que lleva en el bolsillo el planeta entero. Aunque parece que también les dieron una pizza. No bastaría para compensar la decepción porque el susodicho declaró que de organización, a los chinos les pone un cero. Qué equivocado anda.