A mi madre la sacaron del colegio con diez años para cuidar de sus sobrinos. Y no porque no tuvieran madre, que la tenían, sino porque eran cinco y creo que se le quedaba grande. Eran otros tiempos. Supongo que las cabezas pensantes de mi familia debieron creer que para lo que tenía que aprender ya no necesitaba ir más a la escuela. Al fin y al cabo, ni ella ni los suyos soñaron una vida diferente a la de ser esposa y madre de familia.

Cuando yo era adolescente, estudiaba poco y mal y mi madre, como si de un mantra se tratase, me repetía hasta la saciedad que debía ir a la Universidad. Decía: «Cuantos más estudios tengas, mejor trabajo tendrás y así el día que te cases (cómo no, para ella era lo que tocaba hacer) sabrás ganarte la vida y así, si te quedas con tu marido será porque eso es lo que quieres, porque tú lo decides y no porque no sabes a dónde ir. Yo he tenido suerte con tu padre (continuaba), pero si no hubiese sido así no hubiese sabido a dónde ir y cómo hacerme cargo de vosotros estando sola».

Los sábados por la mañana tocaba ' fer dissabte'. A mí me tocaba limpiar el polvo de casa y planchar. Trabajos concienzudos para alguien con paciencia. Yo mientras oía los 40 principales y soñaba con mi vida. Mientras, mi hermano iba a la carnicería y a la frutería. A él no le importaba eso de pedir la vez y charlar con las otras clientas, mientras que a mí me daba una vergüenza horrible, así que yo siempre ponía inconvenientes para no ir.

Salió de la escuela con diez años. A ella nadie le habló de corresponsabilidad familiar ni de igualdad. Pero ella supo ponerla en práctica, y además teniendo en cuenta nuestras potencialidades y preferencias.

Y si alguien da por sentado que detrás de su forma de educarnos había alguna ideología que viene a acabar con nuestra convivencia? no os equivoquéis. Se trataba sencillamente de una idea mucho más elemental y básica. Una hija y un hijo, el mismo amor. Un hijo y una hija, el mismo deseo del mejor de los futuros. Dos personas a las que educar, trabajo por igual. Puro sentido común llevado a la práctica por una mujer a la que sacaron de la escuela con sólo diez años cuando aún esperaba ilusionada las mandarinas y los higos que le dejaban en Navidad sus Majestades los Reyes de Oriente.

Hoy es un día en el que pensar en todas esas madres inspiradoras que desde la sencillez de sus pensamientos nos dieron alas para volar y nos hicieron sentir que podíamos ser las que pilotásemos nuestros vuelos.

¡Gracias!