Los poderosos lobbies del sector económico a menudo se apoyan en carísimos informes elaborados por prestigiosos académicos, cuyo objetivo no es otro que lavar su imagen y hacernos comulgar con sus ruedas de molino. Así, se han publicado dosieres tan estrambóticos que esgrimían que fumar no provoca cáncer, que la industria automovilística apenas afecta al cambio climático o que liberalizar la venta de armas no tiene graves consecuencias en los índices de criminalidad de un país.

En este pasado Fitur, el lobby del sector ocio de la isla presentó un estudio desaforado que, según vendió a los medios de comunicación, demuestra que el impacto de la industria de discotecas y beach club representa el ¡35% del empleo total de Ibiza! y que, además, aporta 770 millones de euros a la economía insular.

Unas cifras mareantes que, tras una lectura pausada, parecen sustentarse en una concatenación de exageraciones que eleva el retoque estadístico a una dimensión desconocida. Pongamos algunos ejemplos. El mismo informe determina que la industria del ocio de Ibiza tiene 3.336 empleados. Frente a ellos, la media de trabajadores en temporada en la isla que, según cifras recientes del Institut Balear de Estadística, oscila en torno a los 80.000. Es decir, que el peso efectivo del sector ocio en el mercado de trabajo en Ibiza sería de un 4% pelado; y eso solo en verano. A años luz de un disparatado 35%, que se extrae, imaginamos, de sumar a los empleados de discotecas y beach clubs otros de diferentes sectores que, bajo su criterio, disfrutan de trabajo gracias a ellos.

Segunda incongruencia. Afirma el documento que el sector ocio generó un volumen de negocio de 92 millones de euros en 2012, de 203 millones en 2016 y, ya de forma más imprecisa, de «más de 500 millones» en 2018. En la letra pequeña reconoce que esta última cifra «es una estimación y que requiere una investigación más profunda y con mayor ajuste en los criterios». Habría que responder a sus autores que cómo es posible que con respecto a 2016, el mejor año en la historia del turismo en Ibiza, la facturación del ocio se haya disparado un 150% cuando esta temporada, por primera vez en años, varios empresarios del ocio han subrayado que se ha tocado techo y que incluso las cifras están bajando?

Esos 500 millones, de origen indeterminado y cuestionable, como hemos visto, se elevan por el mismo arte de birlibirloque utilizado en las cifras de empleados a una aportación de 770 millones de euros del ocio a la economía de Ibiza. En el propio documento explican que se ha sumado el volumen de negocio de la industria náutica y parte del de hoteles, restaurantes y segmento del lujo. Debe ser que todos los clientes de estos subsectores viajan a Ibiza únicamente por el ocio. Y todo ello, a pesar de que en el dosier no se especifica en ningún momento qué dato ha permitido alcanzar semejante conclusión y multiplicar las cifras.

Más madera. En las conclusiones se asegura que el turista del ocio duplica el gasto que efectúa una familia entera. Sin embargo, esta cuestión no se explica ni se menciona en el grueso del texto ni en gráficos o estadísticas. No aparece un dato que lo sustente. Se sobreentiende, además, que el estudio alude a gasto diario, pero en ningún caso entra a analizar estancias medias. Por esta regla de tres, podemos concluir que un turista de ocio se gasta, pongamos, 1.000 euros en un fin de semana, mientras que una familia se queda en 500. Sin embargo, muy probablemente, este mismo turista permanece tan solo dos o tres días en Ibiza, mientras que la familia prolonga sus vacaciones una o dos semanas. En definitiva, la premisa de que el turista del ocio vale el doble que una familia entera resultaría falsa. Podríamos continuar analizando otros apartados, pero si las cifras principales ya despiertan tantas dudas, para qué continuar leyendo.

Cabe suponer que este informe fue encargado y ejecutado con dos grandes propósitos. En primer lugar, disponer de una herramienta potente para partir con ventaja en las negociaciones futuras que el ocio de Ibiza emprenda con las administraciones insulares que regulan su actividad. En segundo término, transmitir a la opinión pública que hay que dejar en paz a esta industria porque criticarla y exigir que actúe de acuerdo a las leyes y ordenanzas vigentes puede hundir la economía pitiusa.

Aunque el peso del ocio en nuestra economía es descaradamente inferior al que se traduce en este informe, resulta incuestionable que genera trabajo y un valor diferencial que nos hace más competitivos como producto turístico. Su importancia relativa, sin embargo, no puede traducirse en una patente de corso para saltarse las ordenanzas y el derecho a la tranquilidad de residentes y turistas de otro perfil cada vez que convenga a sus intereses. No hay maquillaje estadístico que lo sustente y mucho menos este.